28 de diciembre de 2007

Historias Breves de Amor

I.


Una niña corre por la calle empedrada,

el viento juega con su vestido azul,

sus borlas y boleros danzan inocentemente

alrededor de su cuerpo que apenas

enseña su cándido paso de niña a mujer.


Al cruzar la esquina cae,

el polvo juega con su vestido azul,

sus borlas y boleros lloran tristemente

alrededor de su cuerpo que apenas

enseña su cándido paso de niña a mujer.


Un hombre cruza la esquina

la levanta dulcemente.

"Calma nenita, no llores... sigue corriendo tras tu belleza".

Se aleja el hombre de mirada café y barba espesa.


Una niña de pie en la mitad de la calle,

el viento y el polvo juegan con su vestido azul,

sus borlas y boleros danzan y lloran

alrededor de su cuerpo que advierte:

"Se está convirtiendo en mujer".

21 de diciembre de 2007

La atmósfera de la época

Jamás buscar

Que tristeza amarilla me embarga.
Que melancolía la que me envuelve.

Se oye el sonido de una puerta.
Alguien se marcha,
alguien se ha ido.
¿Volverá algún día?
Sin respuesta el minuto transcurre.

Justo ahora yo quiero cerrar la puerta,
borrar las huellas.
Marcharme.
Irme.
No volver.
Respuestas no buscar
en lo que resta de mi vida.


Joroba

Al acostarme advertí una incomodad.
La cama que se ajustaba perfectamente hace un par de meses a mi cuerpo
me expulsó a media noche y
sin compasión el frío escaló a través de mis pies,
mientras caminaba en círculo por la habitación.
La puerta entreabierta dibujó mi sombra en el suelo,
la tenue luz que se colaba a través de las ventanas
fue suficiente.

Lo supe de inmediato
Algún día se haría evidente,
¡Como olvidarlo!
La joroba, mi propia joroba,
se había formado con los años
y había empezado a estorbar al dormir.
Las culpas,
los sueños desvencijados,
las horas de infructuosa espera,
las verdades a medias,
las negativas permanentes,
los encuentros aplazados,
los viajes inconclusos,
los tragos de más,
las noches sin amor,
los días sin alegrías,
la vida misma,
se hicieron grasa en mi espalda

10 de diciembre de 2007

No siempre el amor basta


Lo que soy yo

I. No sé si me entiendas
tantas mañanas y tantas noches
juntos y no juntos.
Pero, qué te pido?,
si yo tampoco logro entenderme.

II. O soy tan humana
que no logro sortear
los miedos más comunes,
los abismos más hondos,
las necesidades más sufridas.

III. Las palabras, mis palabras,
entran,
salen,
vuelven a entrar,
siento que se agotan.
Se me agotan las palabras
por eso no sé si me entiendas.
Ya nada lo arreglo con decir,
Y lo empeoro con hacer.

IV. Quisiera tener valor
pero ya me conoces,
me has visto en la más absoluta fragilidad,
me has visto ahogada en mi propio llanto
y me has visto con la mirada perdida.
Aún así no puedo pedirte que me entiendas.

V. He sembrado en tu vida
confusiones,
yo también he sembrado las mías,
no soy tan sensata
y bien lo sabes tu,
he bebido de la copa del delirio
tragos largos.
Oculto mi embriaguez.
La vida me ha obligado a hacerlo así.

VI. Cada día siento que miento,
miento al mirarme al espejo
y hallar un rostro tranquilo.
Adentro hay un hucarán,
un volcán apagado
existe.

VII. No soy más que un acertijo que no halla solución
veo muchos caminos,
pero ninguno seguro.
Te he dicho hoy que vayamos lejos,
una nueva ciudad, un nuevo país,
Pero has dicho No.
No te culpo,
No soy de fiar,
Para alguien como tu,
No soy de fiar…
Hoy no es buen día para dar consejos,
pero quizá valga la pena
decir que
no te fíes de mí.
Mi amor no es seguro,
no es seguro el amor que te tengo.

28 de noviembre de 2007

Sensaciones



XXIV.

Mis manos
descienden
por tu cuerpo
como moldeando
esculturas,
dibujando
sentimientos,
desbordando
sensaciones.
Sin prisa te exploran
descansan
en los relieves
de tu mapa
y
hallan
el sentido
para esta noche.

Rocío, Lluvia, Tormenta

A veces ocurre,
ocurre cuando cae la tarde,
pero también ocurre cuando llega la noche,
ocurre así,
en ese momento justo
tu mirada cristal se me clava en el alma;
tu voz arco iris se convierte en mi horizonte;
tus manos mariposas se posan en mi cuerpo;
el alma y la piel se confunden en la línea de una canción,
se mezclan en el desbordado y alocado cauce de la dulzura,
se fusionan en poéticas exclamaciones
y las voces se alzan estruendosamente
entre risas y sollozos.

A veces ocurre,
ocurre cuando despierta el amanecer,
ocurre cuando me transformo en rocío, lluvia, tormenta
extendida a lo largo de la línea de tu espalda
con tus cabellos en mi boca.

21 de noviembre de 2007

El Fantasma


Él irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!

Gabriela Mistral

Crucé el bar, no sé por qué razón se ubicó al fondo del lugar. Detrás de la tarima donde un par de jóvenes cantantes conquistaban con sus voces a los que allí se encontraban lo hallé con su mirada extraviada. ¿Cuánto llevas aquí? Inquirí. No supe su respuesta, no era él. Preferí callar, ¿qué sentido tenía hablar? ¿Hablar de qué?. Igual conocía ya las respuestas, conocía el carácter de las mismas, adivinaba el color de éstas. ¿Mortificarme? No tenía caso.

Me abrí espacio como pude y me senté a su lado. Le tomé sus manos y las apreté fuerte. Era inútil, la sombra de la muerte ya no era una sombra, era una noticia. Había contemplado desde hacía un par de meses esta posibilidad, tanto que ya hacía parte de mis pensamientos más cotidianos. Había sido mi decisión la de quedarme impávida y observar. Había tenido esa libertad. Esa era mi victoria sobre la muerte que diluía una vida cercana en una especie de abismo negro y profundo.

Le escuché. Lágrimas jamás saldrían en su presencia, ese era mi territorio, no el de él. Sus palabras eran convincentes, sus palabras estaban preñadas de la agonía de la muerte, tenía en sus manos la daga que atravesaría su corazón, la misma que tenía el brillo del triunfo de aquellos muertos egoístas que no descansan hasta llevarse a los que todavía conservan un rezago vital.

Estuvimos casi cerca de una hora callados: él en su delirio de muerte, yo en medio de una atmósfera turbia que no me dejaba pensar con claridad. A las once de la noche, salimos del lugar, la brisa golpeaba fuerte nuestros rostros, ibamos de la mano, no quiso que continuara acompañándole. Esa fue la última vez que lo vi. Durante casi un mes estuve buscando en los obituarios de cada día su nombre, nunca lo encontré, pero tampoco me di a la tarea de buscarlo, no sé si lo esperó alguna vez.

De esa noche sólo me quedó una pregunta. ¿Realmente estuve con él o estuve con una broma de la muerte? Creo que estuve con un fantasma.

17 de noviembre de 2007

La Mancha de Sangre


Tú ya no tienes rostro,
Ya no eres.

Meira Delmar

Si te quieres divertir
con encanto y con primor
sólo tienes que vivir
un verano en Nueva York

El Gran Combo

Era imposible ocultarlo. En las sábanas, opacas y arruinadas por los años y el uso, apareció al día siguiente la mancha de sangre. Los hombres son un poco idiotas, ni el sabor, ni el olor a sangre mezclado con el perfume barato impregnado en las paredes del cuarto , le habían llevado a sospechar que le había hecho el amor a una virgen, sólo cuando despertó al día siguiente, con un laurel imaginario enredado en sus cabellos negros y ensortijados, advirtió las manchas de sangre concentradas en el centro de la cama.

Yo apenas despertaba, no quería que el amanecer invitara a unir nuestros cuerpos en el ritmo frenético que nos había unido la noche anterior, así que demoré hasta cuando fue posible mi despertar total. Mirándolo de reojo, ya no le encontraba el atractivo que días atrás se convirtiese en el pretexto para su selección. Por supuesto, lo había elegido. Su piel carecía del brillo que tenía siempre al caer la tarde, tardes vallecaucanas, plenas de brisa y ritmos salseros, éstos últimos inseparables como un matrimonio rutinario y resignado eran el complemento perfecto del destello de su piel. En su rostro se hallaba la ausencia del encanto que me había producido cuando lo vi sonreír por primera vez.

Mientras tenía un sentido de la realidad algo distorsionado a causa de una serie de molestias físicas regadas por mi cuerpo, mi mente trató de encontrar en forma ágil las palabras pertinentes, coherentes, para brindar una explicación, pero ¿por qué diablos tenía que explicar? ¿A raíz de qué? En realidad no era ni siquiera importante en mi vida este ocasional y primer amante, había sido perfecto. No hacía parte de mi mundo, sólo sabía que se llamaba Mauricio, no me importaba más. Había cumplido mi misión, hacer de mi “primera vez” una decisión consciente, aunque preferí referirme en años posteriores a este hecho como mi primer encuentro sexual, ya habría tiempo para el amor.

La cama, las sábanas que me cubrían, me hicieron conciente de mi desnudez. La hora se acercaba, ya no soportaba más la escena. Mauricio con sus ojos desorbitados eliminó en mí el poco rastro de deseo que me despertara su cercanía días atrás. Hubiese querido decirle alguna vez que fue su expresión la que impidió un segundo encuentro, no lo hubiese entendido, estoy segura.

¿Cómo pudiste hacerme esto? Escuché su voz grave e incluso podría afirmar que en ella estaban presentes sensaciones que fluían entre el asombro y el engaño. ¿Qué te hice? No puedo creer que hagas de esto un drama. ¿Cuál es el problema? Pregunté, mientras lograba incorporarme y cubrir mi cuerpo con la sabana, el pudor llegó a mi piel, no quería que me observara a la luz del día, ese privilegio lo tendría otro, él no. No tenía derecho alguno sobre mí, salvo el recuerdo de haberle hecho el amor con furia a una virgen, a la que jamás volvería a ver, de eso me encargaría yo.

Con un impulso desmedido, imposible de encontrar en una casi mujer de quince años, le ordené que se diera la vuelta mientras yo estiraba el brazo hacia mi ropa delicadamente ordenada por mí la noche anterior, previendo una partida rápida sin mediar palabra alguna. Cuando estuve lista dejé la sábana en la cama, tomé mi bolso y me disponía atravesar el cuarto de aquel hotelucho para llegar a la puerta, pero él dando una gran zancada, dado que estaba al otro lado de la habitación, se interpuso en mi marcha. ¿Cómo pudiste? Repetía, al punto que ya estaba tornándose muy molesta la pregunta.

Al borde de la exasperación casi grité: No es problema tuyo. Esquivé su cuerpo y alcancé la puerta, al abrirla, volteé, miré directamente a sus ojos despidiéndome con una mirada cordial y amable. Sabía que esa sería la última vez que lo viera, así estaba decidido.

Quince años después, cuando atravesaba mi segundo embarazo e iba de la mano con mi hijo de cinco años por una calle peatonal, tropecé con un hombre robusto, reconocí su mirada, reconocí el verde de sus ojos, el mismo verde que se encendiera un domingo en la mañana al sentirse burlado y utilizado. Nunca fue mi intención, explicarlo en aquel entonces hubiese sido en vano.

No sé si me reconoció, iba de la mano de una joven mujer, en forma aproximada calculé que debía contar con unos diecisiete años, su piel era inocente todavía, lo pude oler en tan corto y efímero encuentro, sus ojos tenían la expresión del amor y su cuerpo frágil se aferraba a su corpulento pecho. Sin duda lo amaba. Siguieron, supuse que quizá al pasar de largo regresaría su rostro hacia la dirección en que me encontraba, supuse mal, pero tampoco importó.

Seguí, apreté la mano de mi hijo y rumié para mis adentros: Hijo mío, espero que puedas aprender a conocer a las mujeres. Aún mi ginecólogo no había logrado identificar el sexo del bebé que venía en camino, pero reparé en los tres intentos infortunados hechos por mi médico y tuve una certeza. Si, estaba esperando una hija. Desde mi vientre ella estaba tomando la decisión, ella decidía cuando se dejaría descubrir. Como una imagen difusa llegó a mí el recuerdo de la mancha de sangre y una extraña melancolía se apoderó de mí.

19 de octubre de 2007

La despedida


A Hache
Esta tarde llueve, como nunca; y notengo ganas de vivir, corazón.
César Vallejo
Que la dureza de estos tiempos no nos haga perder la ternura de nuestros corazones
Che Guevara

La tarde se vestía con una tonalidad naranja, nada brillante, era una tonalidad melancólica. Mis pensamientos giraban alrededor de ideas diversas sobre el significado de los encuentros presentidos, e incluso empezaba a considerar la idea sobre el carácter de no encuentro de tales encuentros, aún así la experiencia de encontrarse con alguien en la vera del camino, hacer un alto en el mismo y detenerse a contemplar ese alguien que apenas arriba se convierte en una experiencia completamente revitalizadora. La ansiedad me hacía su presa, era imposible luchar contra ésta, faltaba muy poco para las seis de la tarde, la misma hora en la que aparece una pena honda y profunda en mi alma, sin razón llega con el atardecer, se muere el día. Un recuerdo me envolvió en ese justo instante: La tarde en que despedí a mi padre, una tarde luminosa, una tarde en la que me sentí huérfana completamente.

Crucé la puerta del Café, uno de mis pocos sitios preferidos en esta fría y mustia ciudad. La atmósfera tranquila que me recibió no logró amilanar mi ansiedad, sólo me distrajo la mirada y la sonrisa de la mesera al darme la bienvenida y señalarme una mesa al fondo del lugar, a la que llegué justo en el momento en que mi cuerpo me advirtió su agotamiento.

Allí me senté. Busqué en mi bolso el ejemplar de la novela que estaba leyendo, novela que podría haber tenido otro título "Abandono colérico del Profesor Malik Solanka". Sumida en la lectura sólo atiné a pedir un Capuccino y una porción de Zuccotto, consciente de la forma en que estaba activando la memoria trayendo recuerdos construidos tiempos atrás muy lejos de aquí.

Leía para aliviar la agonía, pero sólo lograba identificar en los párrafos de la historia del Profesor Malik Solanka coincidiencias vitales, identificaba los agresivos silencios, las distancias impuestas, los dolores que carcomen como el cáncer y el pánico absoluto ante la mirada que se esconde en mi propia historia. El encuentro de hoy lo había concebido como una provocación a los resquicios incomprensibles del alma humana, como una provocación a mis propias complejidades, a mis propias historias tejidas y anudadas fuertemente.

"Buenas Tardes Chiquilla".
"Buenas Tardes". Contesté levantando la mirada.

La tarde moría, era evidente. Perdí por algunos segundos la noción de tiempo y espacio. Parpadeaba como un acto voluntario por hallar las coordenadas exactas en las que me encontraba, pero ¿qué hay exacto en la fuga de vivir? Por instantes los sentimientos se agolparon en mi pecho, mi corazón latió con fuerza y mis palabras estuvieron perdidas en el laberinto de mis pensamientos. Me encontré con su mirada. La expresión apesadumbrada de sus ojos, la fuerza de sus manos y su cándida sonrisa iluminó mi alma por un solo instante, sólo por un instante.

Al sentarse y sin dar tregua al tiempo, que quizá era poco, fue tejiendo sus palabras, motivadas seguramente por mis últimas apariciones verbales en el transcurso de la semana inmediatamente anterior que hacían evidente mi resistencia al olvido, al adiós sin más, al fin de un camino.

"No quiero que estas palabras suenen duras", señaló en un tono de voz dulce, ante el cual respondí con atención y anticipado dolor. "Olvídame, por favor, olvídame pronto"... Sus palabras brotaron como un manantial de agua apenas descubierto, sin pausa continuó… "He perdido el entusiasmo, la fortaleza, la creatividad de otras épocas, mi agonía es de tal magnitud que sólo tengo como respuesta el silencio"… Como si estuviese leyendo en forma clara mis pensamientos se apresuró a decir: "Si dices que empiezas a amarme, esperarías que ese sentimiento tuviera su cauce. También yo lo esperaría, si no me encontrara en cuidados intensivos, con pocas posibilidades de recuperar la salud, la salud del alma".

El frío recorría mi cuerpo, cuya causa no se encontraba en relación directa con mis sentimientos; se encontraba en el inmediato temor despertado por aquellas palabras, que al ser pronunciadas me llevaban rápidamente a un momento de mi vida a través de una imagen que involuntariamente a mi mente llegaba: Mi madre arrodillada en el suelo de aquella cocina mirándome con los ojos llenos de lágrimas, cubierta de la sangre que de sus muñecas corría por sus torneados muslos, expulsando su rabia y su dolor. Ahí estaba yo, con tan solo apenas nueve años desgarrándome internamente, maldiciendo la vida, maldiciendo mi vida. Descubriendo en mi infancia la dureza de los años venideros.

La imagen se disolvió al escuchar de nuevo sus palabras… "No tienes por qué sufrir por mí, ni sufrir por los sentimientos que en ti nacen. Advierto el tiempo de la hecatombe, advierto que esto marcha hacia un fin desastroso. No te conviene, no te conviene fijarte en mí". Como cual maldición me acompañara en este encuentro, las imágenes se sucedían sin conexión aparente con cada frase escuchada: Una mujer miraba a través del vidrio de su ventana más cercana la caída de la tarde mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, una voz masculina le repetía sin cesar… "no tiene caso, nunca podré amarte". Esa mujer era yo.

No podía hablar por el momento, no lograba encontrar palabras acertadas, por lo que preferí callar, sólo lograba incrustarme en su mirada bajo la esperanza de quedar grabada en una especie de pintura al temple. En un desesperado acto por asirme a algo, tomé entre mis manos la taza de café, que aún conservaba su calor, no la llevé a mis labios para tomar un sorbo de éste, simplemente la cubrí con mis manos.

Continuó. "Soy un interlocutor de instantes, como desgarrones de luz; soy silencio, desplazamientos interiores, soledad, hermetismo. Soy un puma que se acecha a sí mismo; toda la tensión de sus músculos, sus sentidos, dirigida a saltar sobre su presa que es él mismo". A esta altura de su acto de valentía y honestidad, yo nadaba por las mareas del tiempo, de manera violenta me encontraba en un vaivén de sentimientos, entendía de manera perfecta sus palabras y la expresión de amor y calidez que había en sus ojos, pretendí señalar las misteriosas complejidades que soportan los amores que procuro, pero en mi garganta no encontraron eco los gritos de mi alma. Sus palabras sucedían unas a otras: "Soy un excelso constructor de las distancias, un implacable ángel de la muerte del amor ¿cómo, entonces, podría querer subordinar a alguien a la tiranía de mi afecto?".

Hizo una pausa, bajó su mirada, guardó por unos instantes silencio y tomó suavemente mis manos entre las suyas; suspiró y al hacerlo sus ojos se posaron en los míos: "Lo repito sin el ánimo de herirte: es mejor que te alejes de mí. No soy buena compañía, ni buen interlocutor, ni nada... Sólo quiero unirme a los ritmos de la naturaleza de los que provengo. Si fuera creyente suplicaría a algún Dios que escuchara mi plegaria, la más sincera que he elevado durante toda mi vida, la voz más poderosa que mis labios han expresado..."

"Me quedo sin palabras", musité. Le miré fijamente con el deseo de transmitirle un sentimiento de solidaridad y complicidad frente a su desolación, lo miré con el deseo de hacerle entender que a través de muchas tormentas yo había navegado y muy a pesar de ello, de los dolores producidos por los coletazos de las olas que se agitaron violentamente, había logrado sobrevivir.

Había pasado ya casi cerca de una hora. Sus manos aún se encontraban enlazadas a las mías, me desprendí bruscamente de ellas, con la certeza de que el movimiento realizado obedecía a una naturaleza diferente a la de alejar algo que empieza a incomodar. Ante el movimiento mi naturaleza emergió, me incorporé, levanté mi mirada y en una especie de extraño e inusitado talante señalé: "Sólo puedo pensar en inicios, en comienzos, no puedo pensar en el fin de un camino en esta forma, no puedo pensar en el adiós, en el olvido. No puedo, sencillamente no puedo, pero el aparente fin del camino que has impuesto, implica quizá el comienzo de uno nuevo, en el que me descubro como parte de una arrolladora fuerza vital. Tendría la fuerza para arremeter contra el olvido, contra la impotencia, pero eso implicaría romper la lógica impuesta por la vida, por tu vida, tan ajena a la mía. No podría imponerme de esa forma, me doy el derecho, decido permanecer en otro lugar, en otro punto y desde allí observar y acompañar, no es tu responsabilidad, ni tu decisión; es mi responsabilidad y mi decisión. Aléjame cuando ya no me aprecies, no me quieras o no me desees, de lo contrario permanezco desafiando tus propias certezas con respeto y amor".

Con una recobrada fuerza me levanté de la silla. Entendía que sus caminos eran pedregosos, que en su vida permanecía la melancolía y la desazón, que el amor era un terreno en el que las distancias y los olvidos se definían por sí mismos, definitivamente comprendía las dificultades por las que quizá mi alma se enredaría, aún así mi decisión fue tomada con convicción, con la misma convicción con la que había tomado una serie de decisiones definitivas en mi vida, de las cuales nunca me había arrepentido. Mi intuición me gritaba que debía permanecer con valentía y coraje, mi humanidad no me permitía cosa distinta.

El permaneció en silencio. Lo percibí suspendido en el aire, por primera vez lo ví claramente, el hombre que aún se encontraba sentado y en silencio, no tenía piel. Lo infinito de su dolor era su mayor certeza al carecer absolutamente de ropaje para vivir, para defenderse. Supe en ese momento que debía marcharme para regresar de nuevo. Me acerqué, besé su rostro con dulzura, di la vuelta y crucé la puerta del Café, uno de mis pocos sitios preferidos en esta fría y mustia ciudad. La atmósfera tranquila que me recibiera una hora atrás había logrado finalmente amilanar mi ansiedad, al salir sólo me distrajo la mirada y la sonrisa de la mesera al despedirme y señalarme el camino hacia la puerta, a la que llegué justo en el momento en que mi cuerpo me advirtiera una sensación de vitalidad recuperada. Eché a andar sin amargura.

25 de agosto de 2007

Frases sueltas...


Boticcelli, El Nacimiento de Venus
La Maldición de las Letras
Escribir como condenados a la muerte
escribir como forma de seguir viviendo
escribir para la inmortalidad
escribir para amar
escribir para olvidar
escribir para decir adiós
escribir para regresar
escribir para quedarse
escribir, sólo eso
escribir...

22 de agosto de 2007

Evocaciones...



LA PRINCESA TRISTE QUE DEJÓ DE SER PRINCESA TRISTE/En ese entonces

Voy a hacerme (hacerte) preguntas importantes,
y quizá no tengan respuesta,
pero… quisiera, me urge, saber
¿en qué momento dejé de pensar en la luna como cómplice de tristezas?
¿En qué momento dejó de acompañarme la nostalgia a flor de piel?
¿Se me perdió acaso la mirada fija en una gota de lluvia que se arrastra en un cristal?
¿O mi silencio ya me habla?
Y sintiendo e invocando los hilos dorados que tejen coincidencias
advierto que puedo escuchar mi silencio, tu silencio.
Nos escucho
cuando voy por jardines de sueño,
cuando me alimento de fuentes de colores
y me visto de azul…
Me visto de azul para esperarte,
y, escuchar por fin…
nuestro silencio.

7 de agosto de 2007

La Memoria


“La memoria…, no es una facultad de clasificar los recuerdos en un cajón o de inscribirlos en un registro. No hay registro, no hay cajón, aquí no hay siquiera propiamente hablando, una facultad, porque una facultad se ejerce de modo intermitente, cuando ella quiere o cuando ella puede, mientras que el amontonamiento del pasado sobre el pasado prosigue sin tregua. En realidad, el pasado se conserva por sí mismo, automáticamente” (Bergson, 1994:47)

A propósito de la memoria, a propósito de los recuerdos, a propósito de los días de lluvia que presagian tormentas interiores, los olores nostálgicos y las imágenes que se hacen vida a través de los sueños, recupero del baúl de mis letras, pequeños fragmentos, como una posibilidad de salvarme ante la ineluctable desesperación, que emerge sin razón o con razón…sin tener siquiera la oportunidad de hacerlo palabra, acto o acontecimiento.

“Nada me ha conmovido más que aquellos cuya renuncia permanente al amor es el refugio más cálido, renuncia como forma de sobrevivir, de sobrellevar su fuego interior, me estremece profundamente cuando ante la renuncia sólo se advierte el silencio y la distancia”… Me empiezo a estremecer profundamente.

“Y ahí estaba yo, absorta, ensimismada en mi lectura. De cuando en cuando levantaba mi mirada con el ánimo de encontrarme otra mirada similar brotando ternura, vertiendo nostalgia, sólo así sabría que mi búsqueda incurable habría terminado. Pasarían muchos años hasta que un día al despertar sentí el cansancio de la búsqueda, el dolor de mis manos anhelantes y laboriosas que ya habían pasado tantas páginas, pero el agotamiento de mis ojos sólo me dejó percibir sombras difusas, mi cuerpo advirtió su propia pesadez y vértigo… Esa mañana no hice nada para levantarme, la inercia existencial se me acurrucó en el alma y en la conciencia se me hizo un nudo”… No sé si hoy estoy despertando o intentando dormir.

“En mi vida hay una imagen anhelada… Yo, a este lado de la orilla, descubriendo las corrientes mansas de un río, que arrastra consigo el rumor de los mares y los océanos profundos de tierras lejanas, mientras por mi garganta baja un sorbo de vino añejo, de vino con más años”… Me descubro anhelando, no ofrezco disculpas, ni pido perdón.

“Entre el verano y el invierno se entreteje la nostalgia. Cual misterioso es el arribo del amor, desconozco si llega como bálsamo para las heridas abiertas tras el paso de los años o, sencillamente se convierte en una premonición, en un movimiento que vaticina vendavales y muertes”… Ese es el único amor que ofrezco, la única soledad poblada que doy; la soledad es un estado interior, no una condición temporal y espacial.

“Soy la locura que me mantiene viva, cuando la rutina mental se hace presente pierdo el camino, pierdo el mapa, pierdo las coordenadas y me agoto, entro en un estado de amodorramiento espiritual… ¿Cómo encontrar el norte? ¿La existencia misma no basta? ¿El correr no es suficiente para construir diariamente la vida? No puedo ser una gran certeza”… No quiero curarme de mis delirios.

31 de julio de 2007

Enfermedad Súbita


ESTADO AGÓNICO


Ronda nuevamente la innombrable agonía
la misma que se hace úlcera en mi estómago.
Me insta a vomitar mi propio delirio,
y los silencios nauseabundos son expulsados
cual cascadas de ira y dolor.
En arrebatado estado me encuentro,
es el estado febril de mi alma.
Alucino con los recuerdos,
vienen hacia mí
como flechas envenenadas,
que no pueden ser esquivadas,
y se me inscrustan en el pecho.
Empieza a doler,
el dolor es más fuerte,
me estoy muriendo.

26 de julio de 2007

Lo que se queda...


Es difícil en ocasiones entender qué cosas dejan las personas a nuestro paso o, sencillamente qué se llevan... Ocurre a veces que son simplemente los años, el tiempo, la historia misma la que se encarga de develar los retazos, los pedazos de vida perdidos o atesorados.


RETAZOS





Dos o tres cosas tuyas enriquecieron mi paisaje,
se quedaron,
aunque desde antes estuviese decidido.
Alimentaron algunos días,
llenaron de luz pequeños rincones oscuros,
pero,
esa minúscula claridad no la pude soportar.

22 de julio de 2007

Al amanecer...


Cuando el sueño se espanta y las noches se hacen más largas...

A las diez de la noche caminando bajo la lluvia, con el rostro envuelto en llantos del cielo.

LA LLUVIA


La lluvia poco a poco
va borrando las huellas
que han dejado
las noches
envueltas
en canciones
de promesas
y de adioses.

Poco a poco
voy avanzando
dejando atrás
las utopías
que me regalaste
y olvidaste.

Poco a poco
trato
de hallar
un lugar
donde sea posible
conjugar
mi angustia
con mi soledad
sin abjurar
de la ansiedad.

Voy caminando
y mientras
avanzo
las llamadas
que salen de voces
desconocidas
se confunden
con el ruido
de mis pisadas
y el sonido de la lluvia.

Y sólo logro escuchar
un susurro
que me incita a buscar
una razón para no renegar
de lo desaprendido
de lo desvivido.

XVIII.

¿Dónde se habrá quedado mi confianza,
en qué lugar secreto y lejano
se encontrará?.

No bastaron las palabras,
porque éstas salieron
por las ventanas,
cuando nos miramos y callamos
y tan sólo el murmullo de la noche
reinaba en nuestro silencio.

El eco de tu voz
como un susurro
ahogado en la tristeza
clamaba por un poco de fe.

No te percataste
que aquel brillo
inocente en tus ojos
se había extinguido.

Y, tal vez para siempre.

15 de julio de 2007

La tristeza y el amor

LA CARTA

Como un pájaro libre,
de libre vuelo,
como un pájaro libre,
así te quiero.
Mercedes Sosa


La vida siempre será un misterio, se presenta a través de una sucesión de hechos y acontecimientos que no siempre se pueden hilar, y en la mayoría de las ocasiones dejan más interrogantes que certidumbres. Es probable, pensé, mientras tomaba el último sorbo de café, que vivir consista en la elaboración permanente de preguntas teniendo la plena certeza que algunas jamás tendrán respuesta, o por lo menos, respuesta inmediata.

Hoy se cumplían diez años desde la última vez que lo viera y me entregara su carta. Eduardo, si, así se llamaba, era un hombre mucho menor que yo, siete años menor para mayor exactitud, pero no fue jamás la edad un problema mayúsculo, simplemente fue una circunstancia. Lo conocí un día que salía de un café al caer la tarde y él salía de su entrenamiento de béisbol tal como lo delataba su atuendo, nos cruzamos en el camino y nuestras miradas se fueron reconociendo.

En ese primer encuentro con la mirada nos ofrecimos, sin percatarnos del peligro que entrañan las ofrendas. Me regocijé con su juventud, la que poco a poco iba perdiendo yo, y, por un segundo me sentí bendecida con su amplia sonrisa, a la cual respondí con una profunda ternura.

No recuerdo cuánto tiempo pasaría mientras nos ofrecíamos miradas y sonrisas, sólo sé que después de varios días y sus soles me encontré anhelando el momento en que esperaba el final de la tarde para encontrarme con aquel joven que me atraía sin razón alguna o aparente.

- “Siempre nos encontramos, ¿no?”. Dijo Eduardo.
- “Si, es verdad. Tú entrenas todos los días y… callé. Quise añadir “y yo me entreno todo los días para vivir”, pero preferí guardar silencio, no podía cubrir con el manto de la tristeza la sonrisa que él me brindaba sin pedir nada a cambio.
- “Me llamo Eduardo y tu eres…”
- “Carolina”.

Cruzamos un par de frases más, mientras yo esperaba un taxi para seguir mi camino, cuando al fin éste llegó me despedí y supongo que gracias a la audacia de la juventud y a la agilidad de su cuerpo, sin casi darme cuenta me dio un beso en la mejilla como despedida y con tono, casi autoritario, me dijo: “Carito, nos vemos la otra semana, adiós”. Al decirlo salió corriendo en dirección contraria a mi ruta.

De ese encuentro algo inesperado, me impactó su arrojo. De manera curiosa el timbre de su voz, no correspondía a la de un hombre tan joven, era como si su voz en ese momento hubiese sido prestada para hablar conmigo.

Las semanas siguientes transcurrieron sin novedad. Con la certeza de acercarnos un poco más profundizábamos sobre nuestra vida, sobre lo que hacíamos cotidianamente. No cuestioné, no pregunté, no indagué por este acontecimiento que envolvía mi vida en una atmósfera extraña: la de la rendición. ¿Rendición a qué?. No lo sé, ¿a una voz tan grave que parecía la de un hombre bañado y moldeado por muchas tormentas? O ¿a la imagen de un adolescente de amplia sonrisa?. Pero aún así sabía que estaba rendida, esta batalla no era para ganarla, era para lucharla.

Cinco, seis o diez meses después bajo circunstancias que para mí todavía son confusas, no recuerdo los hechos bajo los cuales se dio paso nuestro primer, único y último encuentro sexual. Hoy estoy segura que así como existe una pérdida de memoria temporal o permanente frente a algunos acontecimientos, especialmente impactantes, existió en mí una disposición, casi urgente, de borrar las palabras, las imágenes, las sensaciones elaboradas en ese día. No recuerdo si era de día o de noche, no recuerdo si lloré o reí, no recuerdo detalles.

Casi pasó un mes, eso creo. No lo había vuelto a ver, me sentía aliviada por ello, pero una tarde, en el sitio de siempre, en el sitio en que nos cruzábamos intencionalmente, se encontraba sentado sobre la acera, con las piernas recogidas y su cabeza cubierta por sus manos, casi en una actitud total de desolación. Me fui acercando poco a poco y pude ver que en una de sus manos tenía un sobre.

Carraspeé… Dije “hola”. Lo miré profundamente, con ternura, con afecto, con calidez, con dulzura; por un momento imaginé que cuando su mirada encontrara la mía, en sus ojos podría observar alguna desilusión provocada por mi melancolía.

¿Quién me había dado el derecho de opacar su luz?, ¿quién me había dado el derecho de entregarle parte de mi desgarramiento y dolor?, con estas preguntas en mente, atormentándome, él se percató de mi presencia y levantó su cabeza para mirarme directamente a los ojos. Podía casi sentir los reproches, pues en los últimos cinco años no había recibido otra cosa de mis ocasionales amantes; podía escuchar las frases repetidas y aprendidas en este lustro sobre mi incapacidad de sentir, sobre mi incapacidad de entregarme, sobre mi incapacidad de sonreír al entregarme a un cuerpo.

Los reproches no llegaron, las miradas de desilusión no se hicieron presentes. Me miró con un amor hondo, me ofreció su sonrisa amplia y me entregó el sobre mientras se levantaba sin dejar de mirarme.

- “Perdóname por no aparecer durante este tiempo, me pareció inapropiado ir hasta tu casa y se presentaron algunas dificultades en mi casa”. Dijo Eduardo mientras me daba un beso en la mejilla y pasaba su mano afectuosamente por mi espalda.
- “No es razón para preocuparse. Me alegra verte de todas formas”. Señalé con un timbre de voz que no pude reconocerme.
- “Sólo quería entregarte esto”. Expresó con su voz grave, con su tono casi autoritario, mientras acercaba a mis manos el sobre, añadiendo: “Léelo y si después quieres hablar, búscame. ¿De acuerdo?”
- “Si, te buscaré”. Contesté yo.

Con las frases todavía en mi boca, él echó a correr, como una sombra que va perdiendo nitidez así se marchó, tomé un taxi que se encontraba estacionado y guardé en mi bolso su sobre.

Al llegar a mi casa, me hundí en el cómodo sillón que se encontraba en mi estudio, un mueble que tenía ya su propia historia en mi vida. ¿Cuántas veces no me había sentado ahí para sostener diálogos conmigo misma sobre la vida, el amor, la nostalgia, la política, la solidaridad, el afecto?, ¿cuántas veces no había soñado que algún osado e intrépido intelectual se convertía en la quintaesencia de mi existencia?, y ahora me disponía a abrir ese sobre, ¿quizá una carta de amor como único recuerdo de lo vivido? e incluso por un momento me sentí reconfortada al imaginar que en ese sobre se encontraría el relato sobre nuestro encuentro.

No fue así. Empecé a leer, mis manos absolutamente blancas contrastaban con el tono beige del papel y la tinta verde en la que estaba escrita la carta más bella que recibiera jamás:

Caro, carito, carota…Encontrarte nunca fue casual, antes de decidir hablarte llevaba ya un buen tiempo observándote. Tu caminar cabizbajo como si tus ojos no pudiesen soportar la caída de la tarde, tu mirada siempre tan perdida y tus manos tejiendo hilos invisibles en el viento me advirtieron que eras una mujer singular, una mujer viviendo otro tiempo, una mujer triste y hermosa, porque la tristeza siempre te hizo más linda, e incluso desnuda tu belleza se acentúa tristemente. A pesar de que me hayas dicho por una sola vez con lágrimas en los ojos que el amor y la tristeza no son compatibles, tengo la seguridad que el amor que tu buscas desesperadamente algún día lo encontrarás, cuando llegue alguien que sepa tratar la porcelana de tu piel, cuando llegue alguien que sepa escuchar tu silencio, cuando llegue alguien que en medio de sollozos sienta la plenitud que se desprende de tu cuerpo y de tu alma. Yo tengo mucho que aprender aún, mis manos inexpertas se queman ante tu delicadeza, mi corazón impúber no halla el sendero para seguirte y mi cuerpo completamente hecho fuego terminaría por arruinar tu nostalgia, pero si algún día nos volvemos a cruzar, quizá esta vez en forma casual, no dejaría que tu melancolía se me escapara otra vez.

Seguro de sobrevivir mañana,
Tuyo,
Eduardo.

He releído esta carta durante los últimos diez años un sinnúmero de veces. Solamente ha existido una persona a la que no le dolió la tristeza que llevo en la piel. Terminé el café, levanté la mirada hacia la calle, la gente pasaba rápidamente. En algún lugar de esta agitada ciudad se hallará Eduardo y espero piense en mí.

Desempolvando Cuentos...

EN MEDIO DEL RUIDO, SOBREVIVIENDO


Con los santos no se juega/
date un baño/
tienes que hacerte una limpieza/
con rompe saraguey/
Héctor Lavoe


A Juaco, a Marce, a Sarita, a Vivi, a Mónica.
quienes quizá siempre pensaron
que era extremadamente compleja
para tomarme en serio.

Durante tres años fue siempre la misma rutina. Trabajaba en una ong, había llegado justamente ahí a los dos meses exactos de haber perdido a mi madre; fue el primer salvavida. A pesar de mi fama de huraña, consentida y caprichosa logré encajar rápido, así lo presentí cuando a los quince días a la hora de almuerzo me ofrecieron unas uvas con una sonrisa franca y abierta. Las uvas fueron el inicio de una profunda relación de solidaridad, compañerismo y afecto nunca jamás sentida. Hoy ya no me gustan las uvas, su sabor me trae recuerdos que me sumen en una profunda tristeza.

El inicio del ruido fue después de una reunión en la que se discutía la pertinencia o no de asumir la coordinación de una movilización por la paz en Cali, miraba perpleja, orgullosa y confiada en lo que estaba poniendo mis sueños por el momento, me sentía importante. Escribiría tiempo después en las solapas de un libro que me estaba sintiendo partícipe en la construcción de un país. Hace años no logro vivir esa sensación. La dejé enredada en las calles por donde lloré y caminé tratando de entender el país con una flor amarilla en busca del milagro.

- “¿Entonces qué pelada, vamos a tomarnos unas cervezas?” me preguntó Juaco. Miré el reloj, eran las cuatro y treinta de la tarde. Fue un acto reflejo, hacía mucho tiempo que ya nadie me esperaba, ni tenía a quien dejar esperando, salvo las tardes o las noches en que me quedaba con él, ni novio, ni amante, sólo él. Por eso a mi casa ni llegaba, o llegaba cuando todos estaban dormidos.

- “Pues si, vamos. Me alborotaron las ganas”. Contesté yo.

Ese fue el día en que conocí la canción de Lavoe con la que sobreviviría, quizá aún sobrevivo con ella. Emborráchame de Amor. Su entrada triunfal, las trompetas y la voz gangosa de Héctor: No me preguntes qué me pasa/ tal vez yo mismo no lo sé/ préstame unas horas de tu vida/ y si esta noche está perdida encontrémonos los dos/ no me preguntes ni mi nombre/ quiero olvidarme hasta quien soy/ piensa que tan solo soy un hombre/ y si lloro/ no te asombres/pues no es falta de valor.

Ahí empezó mi ruido, nunca más durante tres años se silenció, yo me silencié tiempo después. No quería llorar, pero la letra de la canción me hizo vomitar bruscamente mi tristeza, mi dolor, pero sólo pude apurar de un sorbo la mitad de la cerveza que todavía quedaba en mi botella. Dejándome llevar por los acordes del bolero en la voz de Lavoe tomé del brazo al viejo Juanfer para bailar.

Hace tiempo lo intuía, la música me hacía olvidar, le pedía prestada las horas en que ya no quería vivir, y, siempre fue generosa, me daba más de lo que yo pedía. La gente se pregunta ¿por qué tantos suicidas?. Mierda, sin tan sólo pudieran detenerse un poco y mirar a la gente a los ojos, descubrir su terror, su miedo, su nostalgia podrían suavizar un poco los días de aquellos que nos envuelve la melancolía, para muchos sin sentido. Ya hace un buen tiempo dejé de pedir perdón por mi tristeza, tampoco quiero justificarla, y en un perfecto y sentido deseo, no quisiera perpetuarla.

Mientras bailaba con Juanfer, el hombre más caleño que haya conocido, sentía que el bullicio interno se apoderaba de mí, encontraba por fin la cura. Hablábamos de todo un poco y al final creo que de nada. Ese día me enteré que hacía poco acababa de llegar de Bogotá, en donde había estado un buen tiempo trabajando. ¿Habría salido desesperado de la Cali que desespera? y ¿habría regresado esperanzado a Cali que lo esperaba para volver a salir?.

Terminó Emborráchame de Amor y como una jugada del destino empezó El Cantante. Canto a la vida de risas y penas/ de momentos malos y de cosas buenas/ vinieron a divertirse/ y pagaron en la puerta/ no hay tiempo para las tristezas/ vamos Cantante comienza. Yo, que era presa de la alegría aún muy presente de mi madre, esas frases me taladraron el alma. Nadie pregunta si río, o si lloro.

Volví a la mesa bailando… cantando a todo pulmón para no llorar:
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Soy mejor que los de ayer, compárenme criticones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Sino me quieren en vida cuando muera no me lloren/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Yo te canto de la vida, olvida tus penas y tus dolores/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Baila si quieres bailar, canta si quieres cantar mama/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Yo soy el cantante vamos a celebrar no quiero tristezas lo mio es cantar, cantar/
Hoy te dedico mis mejores pregones
El pregón de la montaña esas si que eran canciones/
Hoy te dedico mis mejores pregones.

Había una nueva ronda de cerveza, me senté, brindé con Juaco y con Juanfer, les entregaba parte de mi alma en ese choque de botellas, que era la materialización sonora de mi alma rota, hecha pedazos, que no lograba recomponerse.

Así empezaba cada viernes por casi durante un año. A las 4 de la tarde, buscaba una excusa, buscaba a alguien, con quien callar para que empezara el ruido, el ruido de la música, del licor, de la tristeza. Cóctel supremamente peligroso, pues la resaca empieza antes de haberlo consumido.

Conocí hombres y mujeres. De nadie me enamoré, sólo fueron ficciones, como una especie de hologramas de afectos pasaban por mi vida durante los dos años siguientes que ya no solamente eran los viernes, sino los miércoles y jueves; ya no solamente eran las cervezas, era el ron, él que quemaba cuando pasaba por la garganta recordando que no podía seguir gritando mi tristeza porque a nadie le importaba. Porque nadie la vio, nadie la quiso ver, ni siquiera con quien compartía mi cuerpo, aunque creo que compartía más, tan duro era ofrecerlo, pero más duro era recibirlo. Le ponía en su cama mi corazón hecho trizas, eso era lo que compartía.

El calor de esos años que transcurrieron entre Héctor Lavoe, Willie Colón, el Gran Combo, Ismael Rivera, Roberto Roena; cervezas y rones; desengaños y mentiras; placer y dolor terminaron por producirme un ruido ensordecedor en el cuerpo y en el alma; me quitaron algo que no logro aún recuperar, me dañaron la inocencia, la inocencia al escuchar. Sigo viendo de vez en cuando a los protagonistas de mis historias, de esos tres años que me propinaron diez años de más.

El ruido hoy se hace un poco quedo, tiene que ver con el frío que me ha dado esta ciudad, pero no me logro desprender de Cali, no me logro desprender de su música, de su gente, de su olor, de su sabor, me sigue como la estela que dejan las estrellas fugaces. Yo misma soy una estrella fugaz.

- “¿Sabés?. Nunca más volveremos a vivir lo que vivimos Juaco, lo único que sé es que extraño algo, ¿me entendés?”. Le diría a mi compañero de aventuras un día mientras nos comíamos una arepa con una carne asada en la 19, en el centro de Bogotá, lo más parecido a lo ajetreado de nuestros días pasados ya. Terminé diciendo “Aunque no me embarga hoy en día la brutal tristeza, para mi eso fue vivir con pasión, y la pasión es agonía; descubrí que sin ruido la vida no vale la pena”.

Cuando terminé la frase a lo lejos pude escuchar que en forma profética Héctor, testigo callado de mi vida, cantaba: Todo tiene su final/ nada dura para siempre/ tenemos que recordar/ que no existe eternidad.

- “Apurate vé, vamos a emborracharnos”. Dije.

3 de julio de 2007

Maternando



Aún no encuentran forma, quizá no encuentran el momento justo e indicado para hallarla, para dejarse escribir, para dejarse sentir... para dejarse maternar...

Pre-momento 1

Dejé el caparazón a mitad del camino,
para llegar con otra piel
a ti.

Pre-momento 2

Dos o tres cosas tuyas enriquecieron mi paisaje,
se quedaron,
aunque desde antes estuviese decidido,
alimentaron algunos días,
llenaron de luz pequeños rincones oscuros,
pero,
esa minúscula claridad no la pude soportar.

Pre-momento 3

Cuando cerró los ojos
su última mirada
se fijó en el gris opaco
de un día triste
que lloraba.

Pre-momento 4

No importan mis lágrimas,
corazón desprevenido.
No importan ya,
fueron vertidas, derramadas, secadas...

Porque el llanto no se puede ahogar.

Pre-momento 5

El amor surge en una poesía,
el amor nace en una metáfora,
tu eres la poesía,
yo soy la metáfora.

Pre-momento 6

Deseo
enviarte
en una poesía
la forma
de romper
la barrera
que existe
entre tu y yo,
entre tu indiferencia y mi locura,
tus canciones y mi poesía
tu amor, no mío,
mi amor, si tuyo.

2 de julio de 2007

Retornos?


A contraluz


De caminos y sombras

regreso,
vuelvo en medio de la lluvia,
la lluvia,
las gotas de lluvia
golpean mi rostro,
mis manos,
mis pies,
mi cuerpo se purifica,
mi alma respira...

Se alejan las noches,
Y el sol me da de nuevo su bienvenida.


La ternura de ahora


Me pregunto
¿qué puedo ofrecerte?.
En mis manos
sólo traigo el cansancio
de viejos amores,
en mis huellas
queda la sombra
de los recuerdos,
en mis caricias
historias por contar...
Me respondo

al encontrar tu mirada
reflejando una especie de inocencia,
de dulzura,

la misma dulzura
de una flor en pleno despertar.


Al Final

Encuéntrame al final
de tu camino,
búscame cuando llegues
al final del horizonte,
donde se une el cielo y la tierra.

Sorpréndeme con la luz del arco iris
que con sus colores
cubre mi desnudez.

29 de junio de 2007

Hacia dónde señalas?


Qué nos queda?
Junio 28 de 2007


Habrá una poesía más aniquiladora que aquella que reclama por la vida?
Habrán unas palabras más elocuentes que aquellas que se resisten a la infamia?
Habrá un sentimiento más avasallador que el de la ausencia?
Respuestas, esas, las muy pobrecitas esas, ya no viven.
Vive la confusión,
el temor,
el sinsentido,
lo absurdo,
el dolor de patria,
del pedacito de tierra,
de tierra socavada por el llanto,
la sangre, el dolor, el grito y
la indolencia.
Hubo una vez una tierra fértil,
existió justo en el momento
en que le marchitaban la vida.

La marcha de la flor amarilla
Julio 1 de 1997

En el fondo de
mi ser o
en la superficie de
mi no ser
se encuentra el sueño
romántico de
cambiar esta mierda
a la que llamamos vida.
Transformar los sueños
en realidades y
lograr que algún día
el amanecer nos robe
la cobardía.


18 de junio de 2007

El tiempo, el implacable, el que pasó...


Hace un buen tiempo no publicaba, demasiado trabajo quizá, palabras que no hallan el sentido al escribirse tal vez, pero como parte de volver a enredar palabras y frases me encontré en un viejo libro algo que no se de quién es exactamente, pero lo leí y lo sentí hace mucho tiempo y para no olvidarlo lo puse en post it...


A veces estoy triste
como si se hubiesen muerto
las mañanas.
Se me va cielo arriba
la liviana noción de la ternura
y un aire sin libélulas
se me adentra en el alma
duramente.
Melancolía

Contigo,
voy descubriendo
de nuevo
la pureza de un abrazo,
la inocencia de una flor y
la belleza de una inolvidable tarde gris.
Pero,
sólo contigo
he empezado a percatarme
del número de
horas y días
que han
empolvado
mi alma,
mi corazón,
mi vida.


1 de junio de 2007

Horas y días...

Mujer, Picasso.
A las seis...

Me siento distinta a la seis de la tarde
porque siempre
con una nostalgia particular
te pienso.
Pienso si por lo menos
hoy, tan sólo hoy,
el atardecer,
este mustio atardecer que observo
te habrá anunciado
con el olor a tierra húmeda
los pensamientos
que sin permiso
entran por mi ventana,
ahora a la seis de la tarde.





¿?

Al otro lado del silencio
se encuentra tu mirada
reflejando ternura
se encuentra tu ser
respirando nostalgia.

Y,
Yo a este lado
sin poderte encontrar.


Recuerdos

Era sólo un lugar
donde guarecer
lo que incesantemente
buscaba.
Era sólo una llama
que produjera calor
lo que calladamente
anhelaba.
Aún anda por ahí
con su sonrisa
de verano
y
su mirada
de otoño.
Aún en las noches
la espero
para contarnos las historias ya contadas
y,
en un soñado
regreso
duermo
pensando en sus manos,
como si así la pudiese tocar,
como si así pudiese seguir.
Despierto
y sólo sé que la extraño.

27 de mayo de 2007

Entre dos


Cerca a tí...

Te siento tan silencioso
y ajeno,
dueño de una falsa libertad,
sin tiempo, sin espacio,
sin nombre propio.

Te pierdes en el universo
sin fuerza
de las palabras
perdidas y olvidadas,
tratando de encontrar
la esencia de lo divino.

Te siento,
como una canción,
dueño de una historia
sin tiempo, sin espacio, sin nombre propio.


XIII.

Te recuerdo
como un
rebelde
con cabello
revuelto
y cigarrillo
en los labios.
Recuerdo las tardes
de largas conversaciones
que confundidas
entre incertidumbres
y confianzas
se soñaba
con la justicia.
Recuerdo tu sonrisa
franca y abierta,
tus malas poesías,
tus promesas,
no de amor,
si de lucha.
Recuerdo tus manos
fuertes con las que creíste
poder transformar
nuestro destino,
nuestra ansiedad.
Recuerdo tu amor
el que nunca me perteneció
porque tu naciste
siendo propiedad
de la vida y de los demás.
De mi propiedadsólo es el recuerdo


XLV.

Cuando
llegue
el momento
en que el Todo
se desvanezca
y sientas
el vértigo de la nada
el vértigo del vacío
el vértigo de la ausencia
y sólo quede la nostalgia sombría
y el amargor de la existencia
mis palabras,
ten la seguridad,
no habrán vaciado su contenido.

14 de mayo de 2007

En Breve... Así de Breve es la vida

FRAGMENTOS

Fragmentos de vida
voy coleccionando,
fragmentos de sueño
voy atesorando,
para cuando
la vida se me agote
alargarla un poco más
sea posible.





EN BREVE

Después de un segundo
te descubro,
pero
en cubrirte decido tardar
una eternidad.

DESPEDIDA

No es fácil creer que ya no siga
las notas de tu voz, y,
que el compás de tus caricias
desafine mi melodía.

PROMESA


No tengo más que ilusiones,
envueltas en papel celofán
y aseguradas con una cinta roja
para ofrecerte.
¿Te interesaría hacer de alguna
de ellas una realidad?.
UNA DULCE ESPERA
Aguardo
y
espero
tranquilamente
en la misma forma
en que te
vas alejando
caminando
serenamente.

9 de mayo de 2007

Retazos de sensaciones y vivencias


Sin título

Me he vestido de deseo
para pasar por tu memoria
y llamarte a gritos,
pero...
no respondes.
¿por qué el silencio en el que juegas con mis manos
no te dice lo que con palabras no puedo decir?...

Reality

Cuando lo real es más sentido
que el dolor mismo,
es más grande que nuestro arrojo, nuestra valentía,
que el corazón mismo,
no hay nada que decir, no hay nada que sentir,
sólo permitir que la vida haga lo suyo
para volver a empezar,
quizá con el corazón fragmentado de nuevo,
hecho trizas, hecho pedazos...

Duele lo real, duelen las verdades, duele despertar.


Tu cuerpo


Empiezo a entender tu cuerpo
una mezcla indescifrable
de deseo y temor.
Lo despierto con miedo,
con miedo a perderme en él,
con miedo de anular mis deseos
para explorar los tuyos,
sin embargo,
los exploro,
porque en esa suavidad con la que surgen
me envuelve un velo de delirio
que me enceguece.
Pero, después no encuentro el camino
para llegar a ti.


Enigma


Rendida
Totalmente
a la sensación de amarte y no,
a la pérdida absoluta
de mi ser interior,
de mi enigma,
que lucha por no ser resuelto.
Rendida
totalmente
regalando mis confesiones
a la oscuridad
recuperando mis fuerzas
para dominar esta triste sensación de amarte y no.


La Ternura


Al mirarte me pregunto
¿qué puedo ofrecerte?
En mis manos
sólo traigo el cansancio
de viejos amores,
en mis huellas
queda la sombra
de los recuerdos,
en mis caricias
hay una historia para contar...
Tu simplemente me miras
con la inocencia
con la dulzura
de una flor en pleno despertar.

Cuando caminamos y dormimos






De regreso cada noche...



XXXII.

Al final de la noche
me escondo
entre las sombras
y entre los fantasmas,
como cualquier insomne
me detengo
en cualquier esquina,
sin ganas
tarareo
cualquier canción.

Como cualquier transeúnte,
al final de la noche
me escondo
entre las sombras
y entre los fantasmas
ávidos por confesar
sus secretos,
sus tristezas,
sus penas y sus soledades
de ayer, hoy y,
solamente de ayer...


Temo dormir y no despertar...

XXXV.

Acechas.
Vigilas.
Esta noche
al dormir
no quiero
ser tu refugio,
Muerte.


XXXIX.

Hoy
mi silencio
se acrecienta
y se agudiza,
inundando
de soledad
mis días,
mis noches
y
las calles
que recorro
sin prisa,
por no conocer
un lugar
donde ir...

5 de mayo de 2007

Las cosas buenas también pasan


Andaba a paso lento

cuando me encontré contigo...

Venías con olor a mar,

llegabas bañado de lluvia

auqella que te limpió de tus heridas...

Te aguardé sentada en un escalón.


Te esperé...

por eso supe entonces

cuando cruzaste

la línea imaginaria que nos dividía

que para lavar mis heridas

necesitaba la lluvia

que llegaba contigo.


4 de mayo de 2007

Esta semana del año


Es medianoche, se escucha una canción, música a la que le llamo poesía cantanda. De pronto, mi mirada se encuentra con esa mirada tuya que quedó registrada el día que cumplí ocho años, de manera extraña esa mirada y esa sonrisa me conforta, me anima, me ratifica mi presencia, mi posición en el mundo. Por qué sonreirías así? Conociéndote como te conocí, alguien detrás de esa cámara fotográfica te seguía algún juego y no fuiste capaz de ocultar un indicio de futura carcajada.


Ahora lo recuerdo. Ese cumpleaños me lo celebraron en esta fría ciudad, 17 años después volvería. 13 años después te perdería. 21 años después despediría a 'pito' (lo recuerdas?). No puedo evitarlo, esta es la semana más triste de cada año que pasa.


Es medianoche, siguen las canciones, música a la que le llamo poesía cantada. De pronto, mi mirada se reencuentra con esa mirada tuya, que quedó registrada el día que cumplí ocho años. Me conforto, me anima, ratifico mi presencia, mi posición en el mundo. Sigo escribiendo de lo mismo, soy monotemática...

3 de mayo de 2007

Ellas y Ellos


El post puesto ayer por Joni Charles Machete titulado Atracción me hizo recordar algo que había escrito hace mucho tiempo y en cuya ocasión compartí solamente con dos amigos...


Nunca se me había ocurrido intentar escribir acerca del significado y la construcción de un ser mujer definido a partir de mi experiencia con ese Otro, siempre insondable, indescifrable y misterioso: ese Otro – Hombre. Sin embargo, estas reflexiones empezaron cuando descubrí lo difícil que era comunicarse con los hombres. ¿Por qué?. Las respuestas –incluso creo que no son respuestas, sino más bien preguntas que se quedan en el aire– varían de acuerdo a las circunstancias y a las personas, pero de todas maneras apuntan a evidenciar el desconocimiento tan profundo al que hemos llegado hombres y mujeres sobre cómo relacionarnos sin convertirnos en amenazas, cómo compartir espacios y posiciones sin temor a desplazarnos, cómo ser dos y continuar siendo dos sin afectar nuestras propias individualidades, nuestros mundos propios y, algo fundamental, sin afectar modos de ser y maneras de concebir la vida, aún a pesar de amarnos.

La construcción de las identidades sexuales, a partir de las relaciones con los Otros, adolece de serios problemas, los cuales tanto hombres como mujeres sólo abordamos muy superficialmente cuando nos vemos inmersos en ellos, cuyo origen reside en los modelos culturales establecidos acerca de los roles masculinos y femeninos. Mis percepciones al respecto, aun difusas, han sido elaboradas en esa interacción constante y compleja, rica en aciertos y en frustraciones: el excitante, pero difícil, camino de ser mujer.

En ese camino difícil, que se debate entre el amor-pasión y el amor-sufrimiento, existen grandes incertidumbres e incógnitas. Una de ellas –y las mujeres nos quejamos todo el tiempo por ello–, es saber finalmente lo que un hombre desea de una mujer. Particularmente, creo que los hombres no son claros jamás. Quizá es algo innato en ellos un poco de ambigüedad motivada, como me decía hace un par de meses un amigo, por el hecho de que las mujeres desean compromisos. No he podido comprender qué entienden los hombres por aquello de los compromisos que deseamos. Ese mismo amigo, del que he aprendido un poquito de la naturaleza masculina, en una de sus confesiones rutinarias –para mí fuentes valiosísimas– al explicarme las causas de su ruptura sentimental con “una mujer diferente” aducía que simplemente lo había hecho porque él no le ofrecía “garantía alguna”. Hasta hoy no entiendo qué quiso decir. Para mí, la psicología masculina es una realidad que hace parte de mi vida totalmente indescifrable. Hace parte de mis angustias.

En ese sentido, los supuestos en los que se basan las relaciones entre hombres y mujeres no permiten optar por la serenidad, la transparencia, la confianza, el diálogo, la palabra, el erotismo. En mi opinión, los hombres se equivocan al creer que las mujeres exigimos sutilmente declaraciones hechas bajo juramento y con autenticación ante notario público para construir posibilidades de encuentros y desencuentros. Las mujeres, no necesitamos, deseamos compañeros capaces de concebir a una mujer amiga y amante sin que ello signifique una amenaza y un peligro para ellos.
Pero no es fácil, cada vez hombres y mujeres nos reducimos a espacios muy limitados en nuestras relaciones; no hay posibilidades de conjunción y nos obligamos a adivinar inútilmente cuáles son las percepciones e impresiones que el Uno construye respecto al Otro, en aras de allanar el recorrido del amor a la amistad, o de la amistad al amor. Aunque a veces varían los puntos de llegada o los puntos de partida, es parte de la construcción ¿no?.

El miedo a la mujer no ha sido superado, aunque muchos hombres afirmen lo contrario, éste alimenta su mundo simbólico. El miedo a establecer relaciones que impliquen una construcción, el miedo a tener un poco de responsabilidad frente al amor que suscitan, el miedo de ser abordados por una mujer que exige y demanda, aumenta las probabilidades de negar a la mujer, a contemplarla, a escucharla, a dejarse asombrar.

El ideal de la mujer virginal continúa haciendo parte de los ideales de los hombres pero a la vez desean que esta mujer pura y casta sea intensa sexualmente, sin que ello signifique indudablemente “una ventaja” respecto al hombre. En la definición de ser mujer, nos debatimos las mujeres entre el ideal de pureza y el deseo; entre el cómo desear sin sentirnos culpables y el cómo exigir sin que se nos etiquete de insaciables.

No es fácil descubrir cuáles pueden ser los caminos que a hombres y mujeres nos acerquen en el re–conocimiento mutuo, en el re–conocimiento de una sexualidad libre y compartida, en el re–conocimiento de nuestras posibilidades, nuestros temores, nuestros deseos, nuestras inseguridades y nuestras respuestas. Es indispensable que tanto hombres y mujeres seamos más espontáneos a la hora de edificar proyectos conjuntos, que reconozcamos la necesidad de más lenguaje, menos genitalidad; más erotismo, mayores metáforas para vivirnos.



1 de mayo de 2007

A propósito de nuestra realidad




Una triste realidad

Cuándo tendremos que dejar nuestros afectos,
nuestros sueños, nuestras esperanzas...
Cuándo vendrán por nuestros hombres
y mujeres, nuestros jóvenes y nuestros ancianos.
Me pregunto
En qué momento nos pesaran
todos los muertos y desaparecidos,
convertidos en el eje de nuestra historia.
La sangre nunca secará,
las heridas propias y ajenas estarán abiertas
y como tragedias vivirán
En el corazón de la memoria.
¿Nos quitarán acaso
poco a poco
Los pedazos de nuestra memoria?.
Y, mientras tanto
soñamos,
sólo soñamos.

18 de abril de 2007

Buscando un escape


Hay momentos en que la cotidianidad te rompe el alma, el ánimo, la fuerza, el deseo y el empuje. La puerta se abre y la bocanada de aire pesada se anida en el pecho, te amilana. Esa mirada, esa frase, esa forma mediocre de asumir el compromiso y la socarrona sonrisa, tan hipócrita siempre, sólo produce el deseo de revolcar nuevamente el armario de las maletas y empacar de nuevo para volver a empezar.


Tarde de domingo

He revuelto mi casa,
también mi alma.

Me empolvé con cuadros viejos
y las telarañas de los libros me cubrieron de añoranzas.

Papeles, cartas,
fotografías, notas,
trozos de poesías,
y algunos retazos de recuerdos
habían permanecido ocultos
hasta que no tuvieron más remedio
que contarme una a una las lluvias que han pasado.

En otros soles jamás
revolvía mi casa
ni mi alma.
Es una tarde de domingo


Nacer otra vez

Renazco:
Vuelvo a nacer,
Vuelvo a crear,
Vuelvo a creer y a crecer.
Quizá también pueda volver a tener...
Y en medio de estas lágrimas dulces
Nacer de nuevo
con los brazos abiertos
y los ojos secos.


XII.

Me di cuenta
al día siguiente,
al despertar,
que aquella sensación
de soledad y vacío
tan fríamente ocultada
había logrado salir
de mi alma,
envuelta en
las preguntas
de siempre
y en las respuestas
de nunca.
Había logrado salir

para hacerme
sentir la ausencia,
la ausencia cotidiana

admitida siempre.
Supe en ese momento
que había llegado
la hora
en que debía
recoger todo
lo que hasta ahora
me había acompañado:
una poesía,
un recuerdo,
los desamores
y las preguntas
al azar hechas
en las noches
de insomnio,
calladas
y serenas,
para emprender
un nuevo
camino
y descubrir
nuevas posibilidades.

Al recoger mis cosas supe que
la vida es sólo eso...
Una posibilidad
cuando se decide
dar la espalda y
cerrar la puerta

14 de abril de 2007

Saudade


La Saudade es uno de los términos más complejos que existen en la lengua portuguesa para traducir, sencillamente porque no hay palabras en castellano que permitan dar cuenta del contenido de la expresión. La Saudade hace referencia a la nostalgia productiva como bien lo denominara Silvio Villegas en la Canción del Caminante, librito hermoso que conocí gracias a mi Padre; a la sensación triste pero esperanzadora de lo que ya pasó o sucedió. No es la tristeza desgarradora, es la tristeza que posibilita seguir caminando y construyendo nuevos horizontes. A propósito entonces de la Saudade...


MELANCOLIA DE TI

Tu ausencia tiene el sonido de tu risa,
mi dolor, el brillo opaco de tus ojos,
mi llanto, el sabor de tus duros años,
mi vida, la angustia de tu muerte.

ACERCA DE MI NOSTALGIA


Tú has vivido conmigo tanto tiempo
has sido mi compañera de viaje,
mi amuleto contra la temible soledad
y contra la ocasional alegría.
Tú te encuentras atada a mi dolor,
tú me acompañarás a través de los años,
echarás raíces a través de mis penas,
de mis fracasos y de mis temores.
Estarás condenada a vivir con mis fantasmas.
Me recordarás cada uno de esos rostros
que se pierden en las sombras de mis remembranzas.
Te esforzarás en hacerme sentir
la plenitud de las tristezas atesoradas
alimentadas con una vieja canción,
con un atardecer gris que augura tormentas.
Estarás conmigo día tras día,
estarás en mí,
en mis largas caminatas
por calles que con los años
comienzan por traer rostros y olores,
estarás conmigo y serás
mi cómplice en las noches
en las que sólo me acompaña
un libro gastado de poesía
y un diario que sólo recoge
parte de mi vida contigo,
nostalgia...


HASTA SIEMPRE, UN RECUERDO
M.C
In Memoriam

Te alejaste para siempre
y, como siempre no
encontraste la manera
de decir adiós.
Te fuiste en silencio,
caminando despacio,
pero a pasos agigantados y
no dudaste en decidir
sobre nuestras vidas,
sobre nuestro dolor,
sobre nuestros recuerdos.

Cobraron importancia, entonces,
todas tus palabras,
tus gestos y tus difusos ideales.
Empezaste a iluminar
a través de la llama que permanece
encendida desde aquel día.

Tú ahora debes sonreír de amor
al verme desafiar
este vendaval de sentimientos
tristes y dolorosos.
Tú que te preocupaste tanto
por mi aparente nostalgia,
me clavaste los motivos
para desgarrarme de sufrimiento.
Pero, porque me duele y me dueles
he comprendido que estás cerca de mí
en la nostalgia de todas las noches
y no sólo las noches, sino de todos los días.

Me has dejado injustamente
y ahora cuando sé que no estás
me doy cuenta que nunca te irás.

11 de abril de 2007

Preciso tiempo...

Collage El Tiempo se cuela en sonrisas - 2007
Es evidente cuando el tiempo se convierte en un bien escaso, sin embargo, a veces intentamos hacerle trampas (me avergüenzo pensar en que yo le he hecho varias) alargando momentos, archivando emociones, acumulando postales mentales. Pensando en ésto me encontré con sensaciones viejas plasmadas en un papel.
Sólo dos cosas...

No le hemos apostado
a un atardecer
cubierto del humo
que produce la angustia
de vivir,
que produce el precio
de soñar una falsa libertad.
En medio del caos cotidiano,
de la rapidez con que ocurren las cosas,
de la fragmentación de nuestras vidas,
no le hemos apostado
al amor...
Nada mejor que
reflejarse en unas pupilas,
descansar en un cuerpo
y encontrar la vida en unos labios.
Una Ofrenda para tí

Toma de mis manos
un amor sin límites,
que profesa libertad.

Un amor permanente,
tan frágil y tan callado,
que para vivirlo tengas
que tomarlo con
tus dos manos
y tengas que acercarte
más y más
tan sólo para escucharlo.

Te ofrezco mi compañía,
aunque a veces la nostalgia,
no sea una buena acompañante.

Te ofrezco mi tiempo.
Te ofrezco mis palabras.
Te ofrezco mi calidez.
Finalmente,
lo que quiero decir,
es que,
Me ofrezco.
XXIII.

Hoy me siento triste,
sin asideros,
sin raíz.
Hoy me siento triste,
me siento flotar
por la atmósfera
con ganas de abrazar
el silencio,
con ganas de robar
su cordura,
es, entonces, cuando
descubro mi fragilidad,
esa fragilidad
que escondo
que duele y lastima.

Ahora sólo queda
entre el silencio y yo,
palabras ajenas,
palabras que vuelan
y se mezclan
con mi nostalgia,
aquella que recojo
de los años
y de tí.

7 de abril de 2007

Lazos sutiles que atan

Collage Pareja en Habitación - 2007






Hay un párrafo en un libro, para todos/as supongo conocido, de Milán Kundera "La Insoportable Levedad del Ser" muy motivante para pensar el sentido del amor (o esa sensación o sentimiento de origen inexplicable). "Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)". (1999:23).

Pensando en este párrafo han encontrado vida algunas palabras.

PEQUEÑAS JAULAS

Nuevamente me golpean
los brazos de la realidad
callada e insolente
que no permite
vivir libremente.
Nuevamente despierto
con la sensación
de tener que ajustarme
a lo establecido,
a lo convencional,
y tú?

Ahí...
alimentándome
el odio
y
el amor.

SIN UNA RAZON

Te viviré...
en libros olvidados,
en calles abandonadas,
en parques llenos de amantes,
en las sombras de mi habitación,
en mis canciones y en mis poesías,
en mis ideas poco convencionales,
en mi diaria tristeza
y,
en mi ya constante cinismo.
IV .

Al despertar
me cuesta
tanto trabajo
hallar razones
para continuar.
Pero,
con la mañana
llega el sonido de tu voz.
Me arrepiento de haber
deseado perderme
en el universo oscuro,
silencioso y ajeno,
de la noche anterior.

VII.

No existe nada más
sublime que navegar
en tus ojos de océano,
inmensos y claros,
poseedores de todos
los misterios y tesoros
que esconden las aguas
de azul profundo
y luego sentir
que la brújula extraña
ha empezado a latir,
como prueba de que sólo ahora
el instinto nos podrá
hacer volver.
XIV.

Cuando tus labios
se enredan en mi cuello,
cuando tus manos
descansan en mi cuerpo,
logro en ese instante comprender
las palabras que nunca dices,
las frases que se quedan confundidas en besos.
Quizá, temes a que las palabras,
esas palabras escondidas en tus pensamientos,
escriban nuestro último capítulo.