5 de diciembre de 2009

Víspera


Víspera


En la víspera de la vida y la muerte

se suspendió tu suave respiración,

el rumor de tu risa,

la fuerza de tus delicadas manos.

En la víspera quedó un grito suspendido,

tu grito de auxilio,

mi grito de auxilio.

Un fanstasma escondido en el baúl del miedo

se burla de mi sombra,

se burla de la agonía que respiro.


Como un hueco en la tierra la herida se abre,

el manantial de hiel cubre con su lluvia un cuerpo,

el pecho se hincha, mis ojos se inundan.


En la víspera, muero.
No estoy.


9 de noviembre de 2009

Lo que hacen los días...


Algunas veces - quizá la mayoría -


Algunas veces soy como las notas melancólicas,

que se desprenden de un piano antiguo.


También algunas veces soy como un pájaro,

un pájaro que se niega a seguir la corriente del aire.


Sencillamente algunos días el cielo está tan claro,

que por poco puedo tocar algunas verdades;

sólo que esos días son más tristes que todos,

la luz me agota y me llena la vida de cansancio;

días en los que el alma habla y llora,

en los que la saliva se hace espesa y amarga,

en los que los ojos se cubren de telarañas

y las manos de lodo.


Algunas veces transito por territorios desconocidos,

no importa no saber, no importa lo que es,

y de repente no quiero volver,

no quiero sentir el abismo,

no es miedo,

sólo que me siento feliz,

algo feliz,

un poco feliz.


Quizá ahora escriba la última línea,

ahora quizá sólo quiera cerrar los ojos,

sólo quizá ahora quiera caer lentamente.









3 de septiembre de 2009

Aún en una especie de sopor nostálgico



El camino de un último recuerdo


En un jardín oscuro, espeso, selvático,
regado por mi nostalgia,
floreció un último recuerdo.

Un último recuerdo.

Tu olor se quedó adherido a mi piel,
mis entrañas se llenaron de la nostalgia de la tarde,
tu boca se hizo boca en la mía,
y,
mis manos alzaron vuelo como las aves en el cielo.

Las caricias se desprendieron del cuerpo,
Los besos se quedaron colgados en las líneas de la noche,
las voces se perdieron en los abismos del silencio,
y,
el arquitecto del horizonte más lejano tenía tu nombre.

Caminé despacio,
conté cada uno de mis pasos,
y,
en el último paso,
en ese último escalón,
en el que el camino encontraba el final,
un último recuerdo se hizo luz.

23 de agosto de 2009

Y la vida encuentra un reposo...

Lugares primeros/lugares de origen


El dolor bautizó mis entrañas en un tránsito por la vida haciéndose lluvia y fuego.
Engarzadas, enredadas, despellejadas,
están en la reja azulgris del antejardín de mi cuerpo.
Desde allí se escuchan,
llorosas y comprensivas,
me hablan, me susurran, me confiesan sus pecados,
me lloro y me comprendo.
Como un milagro esperado el lapislázuli en cruz me da la absolución.

El fondo de mi vientre,
depósito fértil de mis entrañas,
sin rezago de dolor,
espera y clama,
como si ahora tuviera diez años,
doce, trece o treinta y tres.
Como si volviera al lugar primero.
Como si la mirada nostálgica de aquel niño,
hiciera huella en los caminos de mi propio cuerpo,
como si sus manos ausentes,
como si su cuerpo que apenas despuntaba formas y movimientos,
me poblara las cejas, las manos, las piernas y los labios
con el olor de añoranza,
con el sonido de una caja de música.
Como si volviera al lugar de origen.

Como si las palabras no dichas por no conocerlas
dibujaran los caminos para que ahí se hiciera vida,
para que allí naciera la fuerza,
para que allí nacieran los caminos de la espera,
los caminos del encuentro.

Ahora que mis entrañas están renovadas
por el dolor, las lágrimas, la sangre
y,
la vida,
me embriago durante el día con el sonido de las voces
y
me seducen las imágenes del hoy, del ayer.
Me entrego sin temor.

Un pasado que se hace presente,
va cubriendo de pasos,
pasos tuyos,
pasos tiempo,
pasos deseo,
pasos corazón,
el camino hacia el antejardín de mi cuerpo.
Recorre el hueco de mi ombligo con tus dedos de hoy y de mañana,
encuentra un puerto despejado
en los pliegues de mi cintura o de mis caderas,
y renuévate allí como el presente.
Bautízame ahora con la pureza del recuerdo,
del recuerdo de las manos
y
de los abrazos.

Devuélveme la historia,
la que a dos manos se escribió,
la que a la luz de una lámpara de petróleo
se hizo perdurable,
se hizo hogar,
se hizo pan recién horneado,
se hizo olor a llano,
se hizo color a atardecer.
Se hizo lugar primero.
Se hizo lugar de origen.

29 de julio de 2009

Grave enfermedad

1856 - 1897

A veces pienso que estoy viva
¡Que estupidez!

Desciendo a la muerte día a día,
noche a noche,
no puedo evitarlo,
¿alguna vez pude?
Me arrastra un río de sangre, huesos, bilis,
un río de tiempo,
el río de un siglo atrás.

Soy yo la que regresa a la tumba que no encontré,
soy yo la que se transforma en huesos pulverizados,
soy yo la que no puede suplicar a un corazón seco cubierto de olvido.

Percibo entre la neblina, con olor a muerto, tu sonrisa,
no te veo, pero estás cerca, cada vez más cerca,
y, de repente,
mis mejillas son de nuevo tu asilo,
el asilo de tus manos cargadas de ira,
mis labios se convierten en una línea delgada de dolor,
mis ojos, mis grandes ojos, se llenan de agua de mar agobiado,
se inundan de agua de lluvia triste,
de lluvia fina,
de lluvia que ya ni siquiera nombrarla puedo.

Mi cuerpo se desploma sobre una fría lápida,
1856-1897,
clavada en un jardín de muertos,
y lloro,
lloro porque me quedé en el mundo de los vivos sintiéndome una muerta,
lloro porque palabras, tengo en exceso; pero no me salvan.
Se necesita más que palabras para respirar.

Lloro porque el alma es estéril.

Un alma aniquilada,
un asustado cuerpo,
que está cansado,
muy cansado,
muy silencioso,
cubierto de agua y sal,
protegido con cicatrices que ya no sangran,
abrigado con telarañas de horror y miedo,
un cuerpo paralizado que no tiene lugar.
¿Es tan doloroso el cuerpo?
¿Es tan fría el alma?

Se desgaja un manantial de olvido,
todo deja de existir,
un manto oscuro de indiferencia
me hace vomitar,
y el estómago me duele,
y mi columna no me sostiene,
y mis rodillas flaquean,
y mi cabello se cae,
y mi boca se seca,
y mis ojos se llenan de nubes prematuras,
sólo mis dedos se empeñan en recuperar algo de vida
aunque me duelan mis manos.
La enfermedad soy yo,
para mi no tengo cura.

Voy a llorar.
Un instante tras otro,
una hora tras otra,
un día tras otro,
una noche tras otra,

Voy a llorar,
porque ya no puedo hablar.
Voy a llorar,
porque es la tinta a través de la cual escribo mi agonía.

Voy a llorar,
en un acto de sinceridad,
porque no hay otra forma de aliviar esta enfermedad.

La enfermedad de recordar los muertos, los vivos.
La enfermedad de soportar pequeñas porciones de cementerio que componen la vida.
La enfermedad de obligarme a buscar el sentido de realidad.

Hoy estoy más enferma que nunca,
no es importante,
sólo es grave.

Hoy estoy más enferma que nunca,
enferma desde hace un siglo atrás.

1856 – 1897
Un último vistazo a la tumba de mi dolor.

19 de junio de 2009

La piel: la memoria de la vida

Úlcera

Se desprendió el último pedazo de mi piel,
ensangrentado, putrefacto, fétido,
cubierto por una sucia costra
una costra histórica,
formada allí
en un lugar indefinido
por el tiempo sin sentido;
por la sensación de vacío en el estómago;
por los secretos, los grandes y los pequeños;
por las culpas, las propias y las ajenas;
por los amores, los correspondidos y los no correspondidos.

Se desprendió en forma lenta,
con una tristeza tan honda y profunda,
que ya no tenía nombre.
Se desprendió como un bolero,
un melancólico bolero que asesina el alma
y envuelve lo poco de vida en un oscuro y pesado manto.
Se desprendió como la última hoja de un viejo libro.

Se desprendió el último pedazo de mi piel.

Y me he quedado con una llaga abierta.
Una herida tiene esperanza, cerrará algún día,
pero
¿una llaga? ¿una llaga expuesta al aire, al sol, a la lluvia? ¿una úlcera?
No, esa no tiene esperanza.

Si pudiera desandar el camino,
tapar mis oídos,
llenar mi boca de papel,
atar mis manos a la tierra,
una piel nueva nacería.

Pero mis oídos, mi boca, mis manos han desaparecido.

1 de junio de 2009

No es esterilidad...

Resistir


A mis amigos, a los que se quedan, a los que se fueron,
a los pobres que arrojaron a la esterilidad.
Se fue el fatídico Mayo pero Junio llega igual


No se es estéril cuando no se puede concebir,
no se es estéril cuando el vientre no se hincha,
no se es estéril cuando el cuerpo es seco,
no se es estéril cuando no se puede parir.

No se es estéril cuando la boca está repleta de palabras,
no se es estéril cuando los ojos se llenan de lágrimas,
no se es estéril cuando los brazos tienen fuerza para luchar,
no se es estéril cuando el cuerpo resiste al dolor,
no se es estéril cuando las piernas aún pueden sostener huesos y músculos,
no se estéril cuando el corazón se arruga y sangra.

No se es estéril cuando se advierte un escupitajo de vida en el camino aún,
no se es estéril cuando no se sabe diferenciar entre la bondad y la crueldad aún,
no se es estéril cuando la frente no se llena de miedo aún,
no se es estéril cuando al estómago no le gana el hambre aún,
no se es estéril cuando los amigos se llenan de ternura aún.

No se es estéril cuando se resiste,
cuando se resiste con la boca,
con los ojos,
con los brazos,
con el cuerpo,
con las piernas,
con el corazón.


7 de mayo de 2009

Historias breves de Amor


Nos despedimos en el puerto del alma

A través de sus movimientos de acuarela lavada se desliza la viscosa humanidad.
El filo del abismo se dibuja húmedamente a través del roce de sus cuerpos,
y, una oscuridad expulsada desde sus animales vientres
cubre el rostro de los amantes,
desdibujado por la marea de un caprichoso océano de piel y sudor.

Como imágenes atemporales sus miradas se cruzan
y en la lengua una gota de saliva destella.

La puerta al cielo y al infierno
se ilumina en las rosáceas cavidades
que palpitan al compás del crujido de cadenas que atan los cuerpos.

El extravío,
el efímero goce,
se diluye en poros abiertos que transpiran naturaleza.

La violencia suavizada por una lluvia de lágrimas y cabellos,
al situarse en el hueco existente entre dos cuerpos amarrados entre sí,
los arroja al vacío,
sedientos, hambrientos.

Cuerpos tan sucios, cuerpos tan limpios,
tan amados y tan abandonados.
Cuerpos esparcidos en un universo único de bocas secas.

Suspendidos y abstractos,
vuelven a ser tierra, sal, sudor, carne.

Los amantes,
concretos, materiales, andantes,
tan extraños, tan furiosos, tan perdidos,
danzan colgados en las notas azules de una trompeta.

Se separan con un toque tímido en las punta de sus dedos.
Tan minúscula caricia, tan profundo sentido del adiós.

En el puerto,
bajo una farola agonizante,
los amantes se dicen adiós.

4 de mayo de 2009

Llega Mayo con una historia



La historia de Él y Ella o la huella del primer amor

A vos en tu cumpleaños


Ella, una mezcla de inocencia y deseo, olía a lo que huelen ciertas tardes, a mango dulce. Él, una mezcla de pasión y fuerza, olía a panela recién batida, al acaramelado sabor del aire vallecaucano. Entre mezclas y olores, sin conocerlo aún, los ojos de ella, tan oscuros y brillantes, lo perseguían en forma silenciosa; los ojos de él, escudriñándola apenas, tan tristes y profundos, aprobaban tal persecución. Ella, al sentirse sorprendida, bajaba su mirada y avergonzada seguía escribiendo en su cuaderno frases inconclusas, palabras ininteligibles y, algunas veces, como la mujer que apenas desovaba su adolescencia, garabateaba el nombre de él al lado del suyo.

Las miradas se cruzaban cada tarde de lunes en ese salón. Ella, hasta ese momento, así se comportaba, esperaría que él la abordara. Aunque estaba en completa evidencia, consideraba digno de una mujer esperar el cortejo sin afán, sin prisa; aunque dentro suyo el corazón latiera con mayor fiereza cada día; aunque el único recuerdo, construido hasta el momento, una casual mirada de él – la que él nunca recordó, según ella – le quemara todo su cuerpo. Un día dos del mes de Mayo, las miradas se encontraron, las voces ya lo habían hecho. Del encuentro de miradas y voces, por iniciativa de él, se extraviaron en el encuentro de los labios y, por iniciativa de ella, ella se abrazó a su cuerpo con la seguridad de encontrar unos brazos fuertes que la rodearan con pasión. Se acunó en su pecho, se acunó en el mundo que apenas estaba descubriendo, y para su sorpresa, el mundo se abría ante sus pies como un mundo infinito, lleno de posibilidades. Un mundo pleno de sensaciones, sensaciones desconocidas, que bañaban su cuerpo. Un mundo mágico desprendido de las manos de él, manos que ya habían dibujado rutas diversas por su espalda, caminos a recorrer, viajes que estaban por llegar. Un mundo cubierto de aromas que su nariz no conocía. Un mundo que parecía reducirse en un beso, en un solo beso. Para ella, ese era su límite. Ella embriagada, excitada, sobresaltada, buscó los labios de él y, por primera vez en su vida, sintió como una boca – la de él – encontraba el camino correcto hacia la de ella. Abrió su boca – la de ella – y su lengua – la de él – recorrió todo lo que en ella había de íntimo.

Nadie coloniza el mundo, nadie descubre el mundo, sin un camino anterior. En ella había apenas el asomo de un sendero; en él, largos caminos. El asomo de sendero se impuso, la obligó – ella se sintió obligada, algún día me lo dijo avergonzada – a volver, a andar con pasos pequeñitos, con zapaticos de niña. Los caminos de él también se impusieron – alguna vez él me dijo que había querido protegerse –, recogió el mundo que ella le estaba devolviendo con dolor y se alejó. Las pasiones que un día se han desatado, inexorablemente han de encontrar el cauce de nuevo. Él lo sabía, ella apenas lo descubriría años después.

Se despertó ella un día de Agosto, dio pasos grandes, buscó los zapaticos de niña y los quemó. Su mamá – la de ella – me contaría tiempo después que sólo había guardado las cintas de los zapaticos como testimonio de su encantadora metamorfosis. Ese día de Agosto, no peinó sus cabellos, dejó al descubierto sus pies y puso brillo en sus labios. Fue a buscarlo a él. Lo que ella no sabía es que nada empieza de nuevo en el punto en que se ha dejado. No sabía que la pasión es como un tejido, se retoma en la última puntada, pero esta requiere ser desbaratada para rehacerla otra vez. Ella no sabía nada de eso, no tenía por qué saberlo, nadie se lo había explicado. Ella, rebosante de alegría, salió a buscarlo.

Me dijeron que ella lo encontró – a él –. Me lo dijeron porque a ella no le gustaba hablar de esta parte de la historia. Su mamá – la de ella – siempre con los ojos me pedía que omitiera las preguntas sobre esta parte de la historia. Lo encontró cantando un tango. Él cantaba desgarrado: “Solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera. Sintiendo tu hielo, porque aquella, con su olvido, hoy le ha abierto una gotera. ¡Perdido! Como un duende que en la sombra más la busca y más la nombra... Garúa... tristeza... ¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. En la mirada de él, ella descubrió que estaba triste, pero no era por ella.

Ella. Ella no lloró. Él. Él no sonrío. Él le entregó el mundo que en un beso le ofreció, pero limitado esta vez era. Ella lo tomó, lo tomó así, limitado. Él advirtió el brillo en los labios de ella, observó largamente los pies desnudos de ella y en un arrebato llenó de besos su cabello sin peinar. Ella, esta vez, inexperta buscó su cuerpo; sólo que en esta ocasión, ella ondeó ligeramente sus caderas, él le ofreció un lugar en las suyas – en las caderas de él –. Ellos hicieron el amor por primera vez: Él con pasión y fuerza, ella con inocencia y deseo; una mezcla de olor a mango dulce con olor a panela recién batida inundó la atmósfera en la que nacía un encuentro nuevo.

Él le regaló un libro, ella le regaló su primer poema. Él le regaló unas lágrimas, ella le regaló su silencio. Pero nadie advierte que las pasiones primeras están destinadas a andar por caminos separados. Ella no lo sabía, pero tampoco creo que deseara saberlo. De él, sólo sé que sigue escribiendo en alguna ciudad de su sur. Ella, aparece de vez en cuando para contarme la historia de su primer amor.

30 de abril de 2009

Cerrando abril


Una gota de ámbar

No quería nombrarte.
pero a nombrarte me has obligado.

Me agotaste.

Te clavaste a la pared de mi espalda,
los grillos de una noche espesa comenzaron a cantar,
cabellos y dientes han quedado regados en el suelo
traídos por libélulas salvajes y prehistóricas.
Una gota de ámbar se forma en mi ombligo.

El sabor amargo de mi boca te nombra pero una corriente oscura se llevó mi voz.
Busco en las enredaderas de mi pasado,
en las rejas del antejardín de mi vida,
pero un apuesto y mequetrefe olvido se burla de mí
No hay lugar para un nombre.

Olvido tu nombre para crearte de nuevo,
debes dejar de existir para hallarte,
para amarte en un amor sin cauce.
Con un puñado de barro en mi mano me siento la alfarera de tu camino.
Deja que sea la tierra y el agua los elementos que te sitúen en el mundo de nuevo.

Así puedes conmigo, no de otra forma.
Así puedes encerrarte en esta oscuridad que me baña,
sin hambre de vida, sin hambre de deseo.
Puedes quedarte en la puerta, pero no toques,
yo saldré de cuando en vez, alguna vez y quizá otra vez.

No me obligues, no puedo nombrarte,
la llama que inflama tu boca en mi cuerpo se extingue si te haces vida,
aliméntate en mi útero, pero no me obligues a nombrarte.
Sólo puedo con pequeñas muertes arrancarte esa rabia del cuerpo,
llevarte hasta un solitario rincón, hacerte sollozar, gemir y llorar.
Pero no puedo nombrarte,
mi corazón es fugazmente sensible a la música de un nombre,
pero el ardor perece pronto, la belleza muere.
No hay lugar para otra sinfonía.

No serpentees por mis piernas,
por mi vientre,
por mi pecho,
por mi cuello,
por mi boca,
no existen puertas abiertas.

Quédate en silencio, callado, mudo,
excitado, adolorido y contrariado,
no soy la fiesta que brota de mi cuerpo,
no soy el licor que embriaga sentimientos,
no agrietes el vidrio a través del que te observo.

No grites tu nombre,
no me nombres tampoco.

Sólo basta una mirada hacia atrás,
y,
en otro momento a nacer, volverás.
En otro momento la gota de ámbar serás.

29 de abril de 2009

Debajo del paralelo 35

Ataque frontal a la soledad






Nausebanda y errática,


descarada y sucia,


obscena y erótica,


se contonea una triste soledad


en la húmeda y oscura celda de su memoria.




Desde el fondo de ese húmedo y oscuro lugar,


una mano se alza,


su silueta apenas marcada por un débil estallido de luz,


busca desesperadamente el rostro de una triste soledad.


¿Saluda? ¿Qué pide? ¿Qué dice?


Se alza,


Se alza audaz.


Se alza amorosa.


Se alza humilde.


Se alza pidiendo un seguro olvido.




¡Apártate!


grita la triste soledad.




Esa,


que una vez fue bella,


a la que le hacían el amor en las aceras,


en los portales de las iglesias,


en las escaleras de una vieja casa,


en la cama donde sólo podía ser llanto.




Esa,


que una vez fue combativa,


la que horneaba pan para caminantes,


la que se cargaba un sueño a la espalda,


la que se hacía voz ajena, voz fuerte, voz sin miedo,


la que desafiaba la punta del cristal en su garganta.




Como el niño que se esconde en su propio cuerpo,


preso del temblor que producen las miradas adultas,


la mano se esconde en el rincón que la parió,


tiembla, tiembla, tiembla.


Se traga sus frágiles y bellos dedos,


no desea ser vista de nuevo:


"Que la luz no me toque"


"Que la luz no me toque"


"Que la luz no me toque"




Una violeta mueca de satisfacción


se dibuja en el blanco rostro de la triste soledad,


mientras sigue moliendo su amarilla pena,


mientras se desgarra en su gris condena.




Lo sabe,


otros lo saben,


la mano se esconde de sí misma para no alzarse con fuerza,


y,


la triste soledad expone en sí misma su disfrazada debilidad.


Se aleja contoneándose.




La mano yerta se queda.


Es tarde,


no advierte


que la triste soledad


se agarra el corazón


y se va sollozando.


13 de abril de 2009






__, ____ __.

Soy una línea suspendida

en el horizonte de un pentagrama,

en el color de una voz,

en las notas de una guitarra,

en el trazo de un pintor,

en la hoja en blanco de un escritor,

en la memoria de un historiador,

en los ojos océano de un pensador,

en el reflejo de la luna sobre el mar,

en el recuerdo de mi misma.

Una línea sin punto inicial,

una línea sin punto final

¿Casi un punto?.

No.

Sólo una línea suspendida.

Si,

una línea,

soy yo.

Una línea suspendida,

suspendida,

antes de convertirme en espiral.

30 de marzo de 2009

Cartas a Juano

Permanecé niño: Primera lección

A mi juano,

a los que hoy son la siguiente estación,

a los que que escogieron a los niños y niñas que hoy son sus padres y madres.




Permanecé en el universo de las cosas imaginadas,

dame la mano para no salir de allí.

Permanecé conmigo y trepemos a los árboles de algodón de azúcar y masmelos.

Te convoco a jugar a las escondidas,

yo me escondo en los baúles del centro de la tierra,

sé que me encontrás.

Vos te volvés invisible.

Cuando esté cansada de buscarte,

te esperaré.

Te esperaré en el pozo de las monedas de chocolate.

Permanecé conmigo y soñemos que la luna es cuadrada,

brilla de día y se puede comer.

Yo te invito a que caminemos por las letras de los libros que más te gustan,

Yo te invito a que volemos por los cuadros que pinto.

Si querés,

vestíte de azul,

imagináte de azul,

yo me vestiré de blanco,

me imaginaré de blanco.

Hagamos coronas de flores,

sos el rey y yo soy la reina,

ordenemos a través de un edicto real

que los niños y las niñas

sólo tienen derecho a ser felices,

y,

ser felices es su deber.

Saltemos en los charcos que quedan después de la lluvia,

hagamos de éstos, mares bravíos,

como piratas naveguemos en busca de tesoros inimaginables.

Naveguemos en busca de los tesoros

con los que soñamos.

En el campo, en el pasto, bajo los árboles

jugá a ser dinosaurio multicolor

que yo me haré un delantal de maiasauria mamá …

En la noche o en el día,

cuando cansados estemos de jugar,

nos iremos a dormir.

Si querés armamos una carpa donde querás,

y dormimos allí,

o, nos acostamos debajo de la cama

y dormimos para soñar.

Soñá,

soñá que hoy, sólo por hoy,

podremos hablar al revés

y el mundo nos entiende.

Soñá para crear.

Y si vos querés,

permanecé en el universo de las cosas inimaginadas,

soltáme la mano cuando te sintás que podés estar allí por tu cuenta.

Cuando ya sintás que el camino se te hace pequeño,

que tus pasos te llevan a otros universos,

andáte,

no lo dudés,

volá,

sólo así sabrás si valió la pena trepar otros árboles,

jugar a las escondidas,

ser rey,

dormir en carpa

y ser cómplice de los soñadores que te encontraste mientras crecías…

Andáte,

volá,

que yo me quedo con mis propios universos,

los mismos que te regalé alguna vez,

Y, quizá cuando te vayás

me los dejés.

Si te los llevás,

no te preocupés por mi,

recordá:

No me harán falta,

he permanecido siendo niña.

23 de marzo de 2009

Escritura surrealista

Hoy es violeta... violeta nostalgia, violácea tristeza... hoy es violeta, ahora es violeta

A veces la nostalgia te atrapa como una hiedra, como esa hiedra enredada en aquella casa de Roveretto que no olvido, en donde me senté a llorar por muchas horas; te atrapa con hojas, tallos y raíces la hiedra de la vida. A veces sucede, cuando sucede, que la felicidad es efímera, que la felicidad es autodestructiva, que la felicidad sólo dura un fin de semana, un día, unas horas, unos minutos, unos segundos. Sucede también que cuando no se espera, el destino hace lo suyo: lugares, circunstancias, personajes, historias. Sucede que es la "combina", sucede que esa misma deja de combinar después de la media noche y el corazón se cierra nuevamente, de nuevo el cuerpo se cierra, los ojos se cierran para dormir y para recibir el día nuevo y, la historia se repite, el silencio es el protagonista, sucede que callamos, sucede que hablamos de otros asuntos más importantes que pueden ser de interés para otros, sucede que sucede... Sucede que no podemos bajarnos del tren de la vida aún.

Y después... arreglar el equipaje para huir... huir espiritualmente. Sin pensar contruimos los muros, las paredes; ponemos los cerrojos, las rejas y los candados y nos vamos de viaje. Nos tragamos las llaves y vomitamos un espeso dolor que deja el malestar para toda la vida, porque para ese daño no sirve tomar diariamente a las ocho de la noche el pocillo con agua tibia, ese fue el secreto que mi papá no alcanzó a contarme, pero que yo descubrí. Sucede que recogemos los pasos mucho antes de saber que moriremos, no cuando morimos, los recogemos antes, como lo anuncian ciertas sinfonías... Recogemos las historias, recogemos los sentimientos, recogemos pedazos de vida y ya nada puede ser, miramos atrás y es tan poco lo que nos llevamos que nos damos cuenta que vivimos una vida triste y, es ahí, justo ahí, en ese instante, ese momento, en ese justo minuto cuando somos conscientes de que no se puede caminar más porque no hay nada que recoger. Ahí es cuando morimos. Cuando la tristeza nos carcome.

Y de la soledad en el camino... ni escribir, aunque es distina a la tristeza. Tan absolutamente solos como cuando Andrés Caicedo dijo que no valía la pena vivir más allá de los 25, tan absolutamente solos que vemos a nuestro alrededor y todos sonríen, y como dijo Margarita el sábado con esa voz que me exaspera por tanto dolor producido en mi corazón, habla y me duele: "Yo no entiendo de qué se ríen Ustedes". Y con la mirada le dije: "Margarita, nadie entiende por qué nos reímos, nos reímos porque hay que reír... y si no entendés es porque también estás por fuera de este mundo; por aquí no encajás, por allá no lográs... pero qué ibas a entender Margarita, o quizá si... pero no me importa, yo sé por qué pienso que no entendés".

"Recordando a mi abuelita"... escucho en la voz de Lavoe... y me agarra la tristeza. Pero por qué diablos me pasa, si yo no tuve abuelitas, conservo sólo recuerdos terroríficos de color negro cuando evoco a las abuelitas... Pero por qué me pasa, qué sé yo... seguro porque ya no tengo las buenas noches de ellos, porque ya no tengo besos en los pies, pero para qué si están enfermos; ya no tengo besos en la frente, pero para qué si en mi cabeza hay un tumor nostálgico; ya no tengo abrazos de media noche, pero para qué si el frío que tengo es un cristal que no lo rompe la luz de un corazón. Tanto tiempo para darme cuenta... tanto tiempo para decir... como me gusta decir: Nos sos vos, soy yo...



17 de marzo de 2009

Colores en el alma...


Mujer Niña Arco Iris


A RG,

un ser arco iris también…


Mujer niña arco iris…

Bajo tu piel se halla el color azul,

el color del universo,

el color de tu sensible piel.

Y bajo tu piel vago,

vago por un túnel dulce y nostálgico

cubierto de azul olor…


Mujer niña arco iris…

El amarillo de tus pechos

alimentan al hijo que tienes,

a los hijos que no llegarán,

a los hijos que aguardan aún

en el fondo de tu vientre.

El amarillo de tus pechos

huele a maternidad,

sabe a leche y miel,

sabe a dulce leche dulce.

El amarillo de tus pechos sabe a amarilla vida…


Mujer niña arco iris…

En el blanco de tu cuerpo

se halla el silencio del amanecer,

la calma del mar de mi infancia

por el que navego haciéndome presente.

El blanco de tu cuerpo

es un manto por el que se desliza tu blanca lentitud…


El rojo,

mujer niña arco iris,

te cubre desde los pies hasta la cabeza.

Es el rojo lecho donde busco la piel,

es el lecho rojo donde descanso

después de vagar por un túnel dulce y nostálgico,

después de beber tu amarilla vida,

después de navegar en tu blanco cuerpo.


Cuando llego a tu lecho

el manto se tiñe de rojo,

a través de él se deslizan las palabras

hasta la estación de los sollozos y gemidos,

hasta el manantial de las felices lágrimas,

rojas lágrimas,

blancas lágrimas,

amarillas lágrimas,

azules lágrimas.

Arco iris lágrimas,

lágrimas arco iris…


Mujer niña arco iris

brillan tus colores en la oscuridad,

irradian dulzura, vida, deseo.

Tus colores llenan los pequeños huecos de mi piel,

tus colores se confunden con mis olores a mundo,

con mis olores a desamor,

con mis olores a tristeza,

con mis olores de ausencias.


Mujer niña arco iris

viene de nuevo el sol

después de la lluvia de tus colores.

8 de febrero de 2009

Un día quizá como cualquiera





Tu cumpleaños

Hoy,

al final del día,

cerraré mis ojos,

permaneceré en silencio,

me abrazaré y no lloraré.

no lo haré,

no, como lo hago siempre.

Mis gritos de aguda nostalgia

no se enredarán en mi garganta,

no me dolerán las manos esta vez,

ni mis piernas, ni mis dientes.

Hoy,

al final del día

el deseo de expulsar el dolor no ocupará mi cuerpo,

sólo lo ocupará la absurda ilusión

de escuchar al otro lado de la puerta

tus buenas noches,

las que ya no escucho,

las que ya no tengo.