11 de febrero de 2011

Escribir: Autoexploración, afirmación

Sylvia Plath: Vida hecha poesía

La escritura es una casa grande, habitada por palabras huérfanas que rondan por las habitaciones deshaciendo camas y corriendo cortinas. Palabras que se asoman al desván para coquetear con las almas de los poetas, quienes caminan por lo escabrosos abismos de la realidad y la fantasía. La poesía intimista, confesional, que sobrepasa los cánones literarios, las imposiciones en el arte de escribir, se transforma en Sylvia Plath, en una forma de construir el mundo, su mundo a través de la labor poética. Un mundo que se percibía contradictorio, oscuro, anclado a los dolores de la poeta quien a los ocho años de edad sucumbió al misterioso encanto de caminar por los corredores de la casa que no podría abandonar, ni siquiera al morir.

Sylvia Plath, otra poeta suicida. Una poeta a la que se le siguen los rastros a través de las huellas dejadas por su pluma, por la perfecta coincidencia entre la experiencia vital, la metáfora y el deseo. Una poeta que logró inmortalizarse a través de su poesía, una narrativa poética cuya potencia, cuya fuerza, reside en la sublimación del dolor a través de las palabras, en la reconstrucción de sus temores, fantasmas, a través de un conjunto de simbolismos entreverados en la experiencia cotidiana, plana, sin emoción.

En la poeta, en su creación artística, en su labor poética se condensó el movimiento sublime que va de la vida a la muerte en un acto liberador. Su suicidio, una expresión aparente de un envolvente sentimiento destructivo se transformó en una extensión de la poética. En Sylvia Plath se hace evidente que la poesía es un riesgo supremo y prolongado. La poesía es testimonio de la soledad de la poeta, una soledad metafísica, expresada a través de su escritura.

En nuestra poeta, en su poesía, se conjugan en una experiencia artística, su angustia por vivir y su constante deseo de morir. Al rastrear en Ariel, su segundo y último libro de poesía, los últimos seis meses de la vida de Sylvia Plath, se pueden hallar los rasgos esenciales de la relación de la escritura como acto vital, necesario, liberador, en una línea compleja entre la vida y la muerte. Y también más allá de la muerte a través de la inmortalidad de lo escrito.