29 de julio de 2009

Grave enfermedad

1856 - 1897

A veces pienso que estoy viva
¡Que estupidez!

Desciendo a la muerte día a día,
noche a noche,
no puedo evitarlo,
¿alguna vez pude?
Me arrastra un río de sangre, huesos, bilis,
un río de tiempo,
el río de un siglo atrás.

Soy yo la que regresa a la tumba que no encontré,
soy yo la que se transforma en huesos pulverizados,
soy yo la que no puede suplicar a un corazón seco cubierto de olvido.

Percibo entre la neblina, con olor a muerto, tu sonrisa,
no te veo, pero estás cerca, cada vez más cerca,
y, de repente,
mis mejillas son de nuevo tu asilo,
el asilo de tus manos cargadas de ira,
mis labios se convierten en una línea delgada de dolor,
mis ojos, mis grandes ojos, se llenan de agua de mar agobiado,
se inundan de agua de lluvia triste,
de lluvia fina,
de lluvia que ya ni siquiera nombrarla puedo.

Mi cuerpo se desploma sobre una fría lápida,
1856-1897,
clavada en un jardín de muertos,
y lloro,
lloro porque me quedé en el mundo de los vivos sintiéndome una muerta,
lloro porque palabras, tengo en exceso; pero no me salvan.
Se necesita más que palabras para respirar.

Lloro porque el alma es estéril.

Un alma aniquilada,
un asustado cuerpo,
que está cansado,
muy cansado,
muy silencioso,
cubierto de agua y sal,
protegido con cicatrices que ya no sangran,
abrigado con telarañas de horror y miedo,
un cuerpo paralizado que no tiene lugar.
¿Es tan doloroso el cuerpo?
¿Es tan fría el alma?

Se desgaja un manantial de olvido,
todo deja de existir,
un manto oscuro de indiferencia
me hace vomitar,
y el estómago me duele,
y mi columna no me sostiene,
y mis rodillas flaquean,
y mi cabello se cae,
y mi boca se seca,
y mis ojos se llenan de nubes prematuras,
sólo mis dedos se empeñan en recuperar algo de vida
aunque me duelan mis manos.
La enfermedad soy yo,
para mi no tengo cura.

Voy a llorar.
Un instante tras otro,
una hora tras otra,
un día tras otro,
una noche tras otra,

Voy a llorar,
porque ya no puedo hablar.
Voy a llorar,
porque es la tinta a través de la cual escribo mi agonía.

Voy a llorar,
en un acto de sinceridad,
porque no hay otra forma de aliviar esta enfermedad.

La enfermedad de recordar los muertos, los vivos.
La enfermedad de soportar pequeñas porciones de cementerio que componen la vida.
La enfermedad de obligarme a buscar el sentido de realidad.

Hoy estoy más enferma que nunca,
no es importante,
sólo es grave.

Hoy estoy más enferma que nunca,
enferma desde hace un siglo atrás.

1856 – 1897
Un último vistazo a la tumba de mi dolor.