23 de marzo de 2009

Escritura surrealista

Hoy es violeta... violeta nostalgia, violácea tristeza... hoy es violeta, ahora es violeta

A veces la nostalgia te atrapa como una hiedra, como esa hiedra enredada en aquella casa de Roveretto que no olvido, en donde me senté a llorar por muchas horas; te atrapa con hojas, tallos y raíces la hiedra de la vida. A veces sucede, cuando sucede, que la felicidad es efímera, que la felicidad es autodestructiva, que la felicidad sólo dura un fin de semana, un día, unas horas, unos minutos, unos segundos. Sucede también que cuando no se espera, el destino hace lo suyo: lugares, circunstancias, personajes, historias. Sucede que es la "combina", sucede que esa misma deja de combinar después de la media noche y el corazón se cierra nuevamente, de nuevo el cuerpo se cierra, los ojos se cierran para dormir y para recibir el día nuevo y, la historia se repite, el silencio es el protagonista, sucede que callamos, sucede que hablamos de otros asuntos más importantes que pueden ser de interés para otros, sucede que sucede... Sucede que no podemos bajarnos del tren de la vida aún.

Y después... arreglar el equipaje para huir... huir espiritualmente. Sin pensar contruimos los muros, las paredes; ponemos los cerrojos, las rejas y los candados y nos vamos de viaje. Nos tragamos las llaves y vomitamos un espeso dolor que deja el malestar para toda la vida, porque para ese daño no sirve tomar diariamente a las ocho de la noche el pocillo con agua tibia, ese fue el secreto que mi papá no alcanzó a contarme, pero que yo descubrí. Sucede que recogemos los pasos mucho antes de saber que moriremos, no cuando morimos, los recogemos antes, como lo anuncian ciertas sinfonías... Recogemos las historias, recogemos los sentimientos, recogemos pedazos de vida y ya nada puede ser, miramos atrás y es tan poco lo que nos llevamos que nos damos cuenta que vivimos una vida triste y, es ahí, justo ahí, en ese instante, ese momento, en ese justo minuto cuando somos conscientes de que no se puede caminar más porque no hay nada que recoger. Ahí es cuando morimos. Cuando la tristeza nos carcome.

Y de la soledad en el camino... ni escribir, aunque es distina a la tristeza. Tan absolutamente solos como cuando Andrés Caicedo dijo que no valía la pena vivir más allá de los 25, tan absolutamente solos que vemos a nuestro alrededor y todos sonríen, y como dijo Margarita el sábado con esa voz que me exaspera por tanto dolor producido en mi corazón, habla y me duele: "Yo no entiendo de qué se ríen Ustedes". Y con la mirada le dije: "Margarita, nadie entiende por qué nos reímos, nos reímos porque hay que reír... y si no entendés es porque también estás por fuera de este mundo; por aquí no encajás, por allá no lográs... pero qué ibas a entender Margarita, o quizá si... pero no me importa, yo sé por qué pienso que no entendés".

"Recordando a mi abuelita"... escucho en la voz de Lavoe... y me agarra la tristeza. Pero por qué diablos me pasa, si yo no tuve abuelitas, conservo sólo recuerdos terroríficos de color negro cuando evoco a las abuelitas... Pero por qué me pasa, qué sé yo... seguro porque ya no tengo las buenas noches de ellos, porque ya no tengo besos en los pies, pero para qué si están enfermos; ya no tengo besos en la frente, pero para qué si en mi cabeza hay un tumor nostálgico; ya no tengo abrazos de media noche, pero para qué si el frío que tengo es un cristal que no lo rompe la luz de un corazón. Tanto tiempo para darme cuenta... tanto tiempo para decir... como me gusta decir: Nos sos vos, soy yo...



2 comentarios:

Pedro Cárdenas dijo...

Excelentes palabras Adriana, muy sentidas. Considero a la melancolía un estado sin fin que llega y se va, y que la única salida, para que ella no nos martille por mucho tiempo la cabeza, es reirse de uno mismo, de la vida, hasta de nuestras propias tragedias, pues sino, terminaríamos siendo hombres grises como en la historia de Momo.

Me han llegado tus palabrs, en verdad, a veces recogemos muchas cosas en la vida, y al final del camino, nos vamos dando cuenta que ya no hay nada que recoger, que eran triunfos "inútiles" para tratar de encajar y llenar de sentido lo que somos...por eso, lo mejor es reir.

Anónimo dijo...

Nostalgias...Ahhhh!

Bueno, de surrealista, uhm, nada. Mas bien hiperrealista, y asi le das mas fuerza al texto. Blah! no le hagas caso a tanta barrabasada tecnicoide que yo digo.

En fin, me gusto, como me gusta el ron de vinola.