15 de julio de 2007

Desempolvando Cuentos...

EN MEDIO DEL RUIDO, SOBREVIVIENDO


Con los santos no se juega/
date un baño/
tienes que hacerte una limpieza/
con rompe saraguey/
Héctor Lavoe


A Juaco, a Marce, a Sarita, a Vivi, a Mónica.
quienes quizá siempre pensaron
que era extremadamente compleja
para tomarme en serio.

Durante tres años fue siempre la misma rutina. Trabajaba en una ong, había llegado justamente ahí a los dos meses exactos de haber perdido a mi madre; fue el primer salvavida. A pesar de mi fama de huraña, consentida y caprichosa logré encajar rápido, así lo presentí cuando a los quince días a la hora de almuerzo me ofrecieron unas uvas con una sonrisa franca y abierta. Las uvas fueron el inicio de una profunda relación de solidaridad, compañerismo y afecto nunca jamás sentida. Hoy ya no me gustan las uvas, su sabor me trae recuerdos que me sumen en una profunda tristeza.

El inicio del ruido fue después de una reunión en la que se discutía la pertinencia o no de asumir la coordinación de una movilización por la paz en Cali, miraba perpleja, orgullosa y confiada en lo que estaba poniendo mis sueños por el momento, me sentía importante. Escribiría tiempo después en las solapas de un libro que me estaba sintiendo partícipe en la construcción de un país. Hace años no logro vivir esa sensación. La dejé enredada en las calles por donde lloré y caminé tratando de entender el país con una flor amarilla en busca del milagro.

- “¿Entonces qué pelada, vamos a tomarnos unas cervezas?” me preguntó Juaco. Miré el reloj, eran las cuatro y treinta de la tarde. Fue un acto reflejo, hacía mucho tiempo que ya nadie me esperaba, ni tenía a quien dejar esperando, salvo las tardes o las noches en que me quedaba con él, ni novio, ni amante, sólo él. Por eso a mi casa ni llegaba, o llegaba cuando todos estaban dormidos.

- “Pues si, vamos. Me alborotaron las ganas”. Contesté yo.

Ese fue el día en que conocí la canción de Lavoe con la que sobreviviría, quizá aún sobrevivo con ella. Emborráchame de Amor. Su entrada triunfal, las trompetas y la voz gangosa de Héctor: No me preguntes qué me pasa/ tal vez yo mismo no lo sé/ préstame unas horas de tu vida/ y si esta noche está perdida encontrémonos los dos/ no me preguntes ni mi nombre/ quiero olvidarme hasta quien soy/ piensa que tan solo soy un hombre/ y si lloro/ no te asombres/pues no es falta de valor.

Ahí empezó mi ruido, nunca más durante tres años se silenció, yo me silencié tiempo después. No quería llorar, pero la letra de la canción me hizo vomitar bruscamente mi tristeza, mi dolor, pero sólo pude apurar de un sorbo la mitad de la cerveza que todavía quedaba en mi botella. Dejándome llevar por los acordes del bolero en la voz de Lavoe tomé del brazo al viejo Juanfer para bailar.

Hace tiempo lo intuía, la música me hacía olvidar, le pedía prestada las horas en que ya no quería vivir, y, siempre fue generosa, me daba más de lo que yo pedía. La gente se pregunta ¿por qué tantos suicidas?. Mierda, sin tan sólo pudieran detenerse un poco y mirar a la gente a los ojos, descubrir su terror, su miedo, su nostalgia podrían suavizar un poco los días de aquellos que nos envuelve la melancolía, para muchos sin sentido. Ya hace un buen tiempo dejé de pedir perdón por mi tristeza, tampoco quiero justificarla, y en un perfecto y sentido deseo, no quisiera perpetuarla.

Mientras bailaba con Juanfer, el hombre más caleño que haya conocido, sentía que el bullicio interno se apoderaba de mí, encontraba por fin la cura. Hablábamos de todo un poco y al final creo que de nada. Ese día me enteré que hacía poco acababa de llegar de Bogotá, en donde había estado un buen tiempo trabajando. ¿Habría salido desesperado de la Cali que desespera? y ¿habría regresado esperanzado a Cali que lo esperaba para volver a salir?.

Terminó Emborráchame de Amor y como una jugada del destino empezó El Cantante. Canto a la vida de risas y penas/ de momentos malos y de cosas buenas/ vinieron a divertirse/ y pagaron en la puerta/ no hay tiempo para las tristezas/ vamos Cantante comienza. Yo, que era presa de la alegría aún muy presente de mi madre, esas frases me taladraron el alma. Nadie pregunta si río, o si lloro.

Volví a la mesa bailando… cantando a todo pulmón para no llorar:
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Soy mejor que los de ayer, compárenme criticones/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Sino me quieren en vida cuando muera no me lloren/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Yo te canto de la vida, olvida tus penas y tus dolores/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Baila si quieres bailar, canta si quieres cantar mama/
Hoy te dedico mis mejores pregones/
Yo soy el cantante vamos a celebrar no quiero tristezas lo mio es cantar, cantar/
Hoy te dedico mis mejores pregones
El pregón de la montaña esas si que eran canciones/
Hoy te dedico mis mejores pregones.

Había una nueva ronda de cerveza, me senté, brindé con Juaco y con Juanfer, les entregaba parte de mi alma en ese choque de botellas, que era la materialización sonora de mi alma rota, hecha pedazos, que no lograba recomponerse.

Así empezaba cada viernes por casi durante un año. A las 4 de la tarde, buscaba una excusa, buscaba a alguien, con quien callar para que empezara el ruido, el ruido de la música, del licor, de la tristeza. Cóctel supremamente peligroso, pues la resaca empieza antes de haberlo consumido.

Conocí hombres y mujeres. De nadie me enamoré, sólo fueron ficciones, como una especie de hologramas de afectos pasaban por mi vida durante los dos años siguientes que ya no solamente eran los viernes, sino los miércoles y jueves; ya no solamente eran las cervezas, era el ron, él que quemaba cuando pasaba por la garganta recordando que no podía seguir gritando mi tristeza porque a nadie le importaba. Porque nadie la vio, nadie la quiso ver, ni siquiera con quien compartía mi cuerpo, aunque creo que compartía más, tan duro era ofrecerlo, pero más duro era recibirlo. Le ponía en su cama mi corazón hecho trizas, eso era lo que compartía.

El calor de esos años que transcurrieron entre Héctor Lavoe, Willie Colón, el Gran Combo, Ismael Rivera, Roberto Roena; cervezas y rones; desengaños y mentiras; placer y dolor terminaron por producirme un ruido ensordecedor en el cuerpo y en el alma; me quitaron algo que no logro aún recuperar, me dañaron la inocencia, la inocencia al escuchar. Sigo viendo de vez en cuando a los protagonistas de mis historias, de esos tres años que me propinaron diez años de más.

El ruido hoy se hace un poco quedo, tiene que ver con el frío que me ha dado esta ciudad, pero no me logro desprender de Cali, no me logro desprender de su música, de su gente, de su olor, de su sabor, me sigue como la estela que dejan las estrellas fugaces. Yo misma soy una estrella fugaz.

- “¿Sabés?. Nunca más volveremos a vivir lo que vivimos Juaco, lo único que sé es que extraño algo, ¿me entendés?”. Le diría a mi compañero de aventuras un día mientras nos comíamos una arepa con una carne asada en la 19, en el centro de Bogotá, lo más parecido a lo ajetreado de nuestros días pasados ya. Terminé diciendo “Aunque no me embarga hoy en día la brutal tristeza, para mi eso fue vivir con pasión, y la pasión es agonía; descubrí que sin ruido la vida no vale la pena”.

Cuando terminé la frase a lo lejos pude escuchar que en forma profética Héctor, testigo callado de mi vida, cantaba: Todo tiene su final/ nada dura para siempre/ tenemos que recordar/ que no existe eternidad.

- “Apurate vé, vamos a emborracharnos”. Dije.

3 comentarios:

Jorge Arce dijo...

Hola!! estoy devolviéndote la visita y, como tú lo escribes, seguramente este será un rincón al que volveré a menudo
!Un abrazo!

Anónimo dijo...

...Esos sí eran cantantes.

Anónimo dijo...

a veces... como las esporas esparcidas en el aire, asentandose en algun lugar donde germinar, asi las palabras que irrumpen para llenar la mente de imagenes que jamas podremos observar; a veces; me entretejo entre las letras, y vuelo! ... imagenes que fluyen, me vuelvo expectador irreconciliable con su tiempo!

"De nadie me enamoré, sólo fueron ficciones, como una especie de hologramas de afectos pasaban por mi vida durante los dos años siguientes..."

muy bueno Sra(ta); muy bueno!