A un ser pavesiano
Camino hacia esa pared,
la última del patio de mi casa
exageradamente gris,
descascarada por los años,
surcada por la melancolía,
herida por el pasado.
Un muro de suplicios,
parece en la distancia
Hacia allá,
hacia ella,
camino,
cansada de caminar arrastro los pies,
y un nocturno rugir de entrañas
es mi respiración.
Extraña belleza,
rara fascinación
por una pared con historia,
silenciosa, contenida,
llorosa,
que me lleva a la horca
como condenada.
Avanzo.
No, atrás no puedo volver.
No desandaré los pasos,
aunque el aire se escape de mi,
aunque mis pulmones se resientan
aunque mi cuerpo desfallezca.
Estoy cerca.
El camino cada vez más pedregoso
lastima mis pies desnudos;
mis manos palpan ya la superficie de la pared,
ahora exageradamente menos gris,
descascarada por los años
surcada por el pasado,
herida por la melancolía.
Las grietas diversas en formas y tamaño
muestran mundos misteriosos,
cada una es una vida vivida.
Desde una profunda ranura
oigo a alguien gritar
a través de una voz encerrada en el tiempo:
“No sucumbir, aunque seas tan triste como yo”
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