Sangra el alma
y, agoniza la vida.
De pie,
dentro de una herida profunda
que supura pus y sangre,
envuelto en el sopor de la nostalgia
alguien se ahoga.
Unas manos malditas rodean su cuello.
Lentamente la vida asesinada,
sin oponerse a su propio desbridamiento,
sin un solo lamento,
sin una sola lágrima,
rompe en un carcajeo de muerte,
al advertir su propio destino.
Lánguidamente la muerte nace
a través de los ríos sanguinolentos
que inundados de pasado
escupen el dolor como piedras afiladas.
Un hilo de sangre
es el único testigo
de una profunda agonía.
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