13 de octubre de 2008

Sobre Alfonsina Storni

LA ESCRITURA POÉTICA EN ALFONSINA STORNI

Reencuentro con lo femenino escindido

A mi propio Horacio,

con quien he construido un camino distinto

al desamor.

El lenguaje poético es una expresión de lo sensible, de lo sensitivo; es una expresión también de lo cotidiano, de lo íntimo, de lo subjetivo, de lo político, portador de una recreación de lo vital en sus dimensiones más significativas a través del acto de escribir, en este sentido, la escritura poética halla contenido a través de una serie de afirmaciones y encuentros con el yo, un yo imaginado, un yo posible, un yo emancipado, un yo escrito, un yo enunciado, un yo liberador, un yo afirmativo. Así, las mujeres poetas, las mujeres escritoras, han encontrado en la escritura un espacio para habitar, un cuarto propio construido con el mismo lenguaje que durante muchos siglos las escondió, con el mismo lenguaje que históricamente las ha situado en el lugar de la musa o en la cima de la expresión indiscutible del eterno femenino.

En una especie de frontera transgresora han irrumpido desde ese lenguaje para confeccionar un lenguaje propio y rearmar su existencia: la mujer en la oscuridad de Víctor Hugo – Juliette Drouet – que escribe veinte mil cartas; la Delmira Agustini que intenta hacer de su esposo, su amante, en un desbordado apasionamiento y erotismo literario; la mujer que se sumerge en el mar, en la nodriza, advirtiendo que ya no vuelve… Nuestra Alfonsina Storni.

Alfonsina, considerada como un emblema de la lucha feminista, por su denodado esfuerzo en la búsqueda por el reconocimiento de hombres y mujeres como seres pensantes, según sus propias palabras, encarnó un tipo de escritura poética desde su propio reconocimiento como mujer, del reconocimiento de su cuerpo, y no a pesar de él, del reconocimiento de su sensibilidad y subjetividad, desde la necesidad de hacer del acto de escribir un acto de encuentro con un femenino escindido, revelando una psiquis inconforme y subvertora de su condición como mujer.

A través del velo misterioso que trae la poesía, la discusión, que aquí se propone, intenta discurrir sobre la posibilidad de hablar de una escritura femenina, en clave de la obra poética de Alfonsina Storni. Una escritura femenina, que no necesariamente la define el hecho de ser creada por mujeres – elemento analítico esencial – , que en el caso de la poeta, recurrió a metáforas liberadoras de la prisión de lo femenino y a figuras literarias subvertoras de las letras masculinas, enredándolas en su propia posición de mujer ante el amor, la vida, la muerte, la virginidad, la maternidad, la literatura, posición estructuradora y estructurante de sus temáticas poéticas, para hacer de su escritura un compromiso con la vida, y en sentido estricto, un compromiso político con la recomposición simbólica de la vida de las mujeres.

Alfonsina Storni pasó a la historia como una mujer desafiante del orden establecido, cuyas osadías intentaron romper los moldes construidos a partir de los cuales se definían las relaciones entre hombres y mujeres; logró a través de su existencia, de su actuación existencial, recuperar para su escritura un ser mujer, no esencialista; un ser mujer que en el acto de escribir se reencuentra con la historia de las mujeres y la resignifica, reclamando para sí su propia sensibilidad y haciendo de ésta una afirmación ante el mundo.

¿Cuál es el lugar que ocupa la construcción, el arte poética, en la narrativa de las mujeres? De antemano, es importante aclarar que no existe intención de equiparar un hecho concreto como la producción poética de las mujeres con la producción poética de corte feminista. Si bien, algunas mujeres poetas reivindican su condición de mujeres, no se podría afirmar que su producción poética se transforme en una expresión absoluta en contra del mundo patriarcal o la hegemonía masculina en los modos de producir la vida.

A través de la lectura a Alfonsina Storni pretendemos transitar a un terreno en el que lugar/topos de la poética se ubique en una línea compleja, línea vital, línea existencial, desde la cual se advierta la aparición de una construcción poética de las mujeres, entendiendo que el lenguaje y las mediaciones simbólicas mediante éste es comprendido, es una herencia. El lenguaje lo hereda el escritor bajo la forma literaria: una morfología singular adquiere el lenguaje heredado para las mujeres.

Quisiera a manera de ilustración traer a ustedes un hecho importante para explicar mejor el significado que quiero darle al lenguaje en la construcción poética en las mujeres. En una provincia de China llamada Huan, hace casi 400 años, las mujeres de la aldea crearon un lenguaje propio hecho por mujeres y para las mujeres, considerado por lingüistas como un sistema de comunicación único, que pretendía servir de escenario comunicativo para las mujeres que desde un discurso propio se enfrentan a la autoridad masculina, desafiando claramente la prohibición de entrar al mundo de los hombres a través del lenguaje. Así se crea el Nushu, que en chino traduce escritura de mujeres, una lengua de la vida cotidiana, una lengua de los sentimientos, de los sueños, de los deseos, de la vida de las mujeres, aprendida a través de la vía de madres, tías, hermanas e hijas. El 20 de Septiembre de 2004 moriría Yang Huayi, a los 98 años, la única mujer que dominaba completamente la escritura de la lengua. Con ella desapareció una lengua además de la desaparición de sus escritos en la pira funeraria de su autora.

El Nushu como hecho histórico pero también como acontecimiento lingüístico permite entender desde la sensibilidad femenina, entendiendo por sensibilidad femenina un universo singular a través del cual se interpreta el mundo, la necesidad, la urgencia que las mujeres han tenido por hablar y escribir desde lugares propios. Las mujeres poetas nos hemos encontrado con retos definitorios a la hora de escribir, en el sentido de hacer uso del mismo lenguaje que durante siglos situó a las mujeres en el lugar de la musa, en el lugar idílico de la inspiración, en este sentido, las mujeres poetas hemos tenido que reorganizar nuestra casa, la psiquis del alma, para encontrar el lugar desde el cual la escritura tenga significado y sentido para nosotras, un lugar en donde reconciliarnos con un yo lírico femenino, el mismo que se advierte en la escritura poética de Alfonsina Storni, un yo lírico que despoja las palabras de los sentidos tradicionalmente construidos para darles otro significado.

La escritura poética de Alfonsina Storni está construida, facturada, bordada, pintada, acariciada, en atmósferas naturales de una noción transgresora del amor, en aguas turbulentas de un corazón que desea morir envenado dulcemente por una serpiente, en la comprensión absoluta del Otro, ese Otro, que esconde su amor o brinda a cuotas su pasión.

En Storni nos hallamos frente a la certeza de la fugacidad y el instante de los afectos y los deseos, pero dicha certeza, tan singular en su poética, encuentra su cauce en un erotismo apasionante presente en su escritura, nos hallamos frente a una poeta cuya poesía es una extensión de su afirmación vital, de su vida, de sus reivindicaciones más íntimas, más sentidas: la mujer que se define como tal sin que medie el campo de lucha y conquista del varón respecto a otras mujeres; la mujer que desea suspender la cotidianidad, suspender el tiempo, para esperar quizá al amante, quizá al compañero; la mujer que se halla tan cerca de la muerte como una experiencia revivificadora, embelesada con la espuma del mar y el rugir de las olas porque allí define a ese hombre, a esos hombres que serán grandes, grandes porque comprenden a las mujeres, porque comprenden que las mujeres somos mar, somos tormenta, somos espuma y somos profundidad.

En Alfonsina Storni encontramos, sin que esa sea su intención explícita, una construcción de sororidad, que en palabras de Marcela Lagarde es amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices. Hay una mirada compasiva a aquellas mujeres que aún están bajo el régimen dominante, incluso de sus propias madres, hijas o hermanas, y una invitación firme y combativa a aquellas, que como ella, han abandonado el rebaño para volverse mujeres mentales, con imaginación y creación.

Nuestra poeta podría hoy definirse como una mujer que a través de su poesía logró construir un lugar propio desde el cual habitar; el mundo, el realismo, la sobrepasó, su escritura se convirtió en testimonio de su práctica existencial, reencontrando ese femenino escindido, que como pecado original, las mujeres cargamos.

El reencuentro con lo femenino escindido – los lugares propios de hombres y mujeres: la calle, la casa – en Alfonsina Storni es un levantamiento de voces ante la lógica cartesiana imperante en el mundo masculino. Con Storni escuchamos una voz política que reclama el sentir para tener la certidumbre de estar vivos y descubrimos un camino para avanzar en nuestras propias construcciones sobre el Otro o la Otra.

Con la poeta avanzamos por un camino difícil, definido por los senderos del amor-pasión y amor-sufrimiento, en el duro reencuentro con nosotras mismas, construyendo opciones ante la vida: la maternidad, el madresolterismo, el amor desmedido, la colonización de espacios masculinos conservando una identidad, la mutilación de nuestro cuerpo, el suicidio. En Alfonsina se advierte que las mujeres – no necesitamos – deseamos compañeros capaces de concebir a una mujer amiga y amante, sin que ello signifique amenaza y peligro, denuncia los espacios limitados a los que nos reducimos los hombres y las mujeres en nuestras relaciones, con limitadas también posibilidades de conjunción, obligándonos a tantear las percepciones e impresiones que el Uno construye respecto al Otro, en aras de allanar el recorrido del amor a la amistad, o de la amistad al amor.

En la escritura poética de Alfonsina se denuncia un miedo amorfo hacia la mujer, un miedo no superado, un miedo que alimenta el mundo simbólico de lo masculino. Ese ideal virginal, al que Alfonsina se enfrentó, se reconstruye en su poética como parte de un ideario masculino, pero la poeta con fuerza se distancia de ese ser mujer que se debate entre el ideal de pureza y el deseo; entre el cómo desear sin sentirnos culpables.

No es fácil abordar una poeta con la intensidad que caracterizó a Alfonsina, no es fácil abordar una obra poética tan intensa, tan llena de sensaciones y complejidades, tan llena de melancolías y deseos de muerte, pero a través de su escritura es posible destejer en sus metáforas los caminos que nos permitan a hombres y mujeres acercarnos en el re–conocimiento mutuo, en el re–conocimiento de una sexualidad libre y compartida, en el re–conocimiento de nuestras posibilidades, nuestros temores, nuestros deseos, nuestras inseguridades y nuestras respuestas. En Alfonsina el camino a través su escritura evidencia la necesidad de más lenguaje, menos genitalidad; mayor erotismo, mayores metáforas para acercarnos.

La escritura poética en Alfonsina es la respuesta a un ideal de mujer que la poeta no representa, se rebela a este ideal, presentándose a sí misma como una ruptura, como una mujer que quiebra con el rebaño y se va a la montaña, fatigada del llano, como lo afirmara en 1916 en su poema “La Loba”, deseando liberarse de hombres pequeñitos que no la comprenden, renunciando por supuesto a quedarse en la jaula que un hombre pequeñito sólo puede dar, deseo plasmado en “Hombre pequeñito” publicado en 1919.

En 1925 la poeta se oirá con una voz mucho más fuerte a través de la “La otra amiga” y “Y agrega la tercera”, en donde se define como una mujer mental, cuya condición la hace perdedora en negocios de amores. Reclama para la mujer un ideal femenino distinto al que crean y desean los hombres, sin perder el lazo que anudará su escritura hasta 1938, fecha de publicación de su último libro, el lazo de la conciencia, una conciencia que grita el silencio de las mujeres, un silencio que arrastra amarguras, honduras en el alma, libélulas nostálgicas que se escapan por las rendijas de los silencios y las sombras. ¿Cómo sacamos lo que en el alma se halla encerrado? ¿Cómo gritamos cuando no tenemos un lenguaje suficiente para hacernos entender? ¿Cómo encontrar el camino para no regresar al mundo del llanto sin aspavientos, del grito atorado en la garganta?

¡Sólo el hombre hace ruido! Afirmará Alfonsina en “El Silencio”. Las mujeres no hacemos ruido, o lo hacemos de otra forma, no logramos hacer ruido. Como liberadas de los yugos unas, como tristes y nostálgicas otras, llevamos a nuestras casas interiores los gritos que no podemos dar. Las mujeres, algunas veces, quizá imploremos que nuestros hijos no nazcan mujer.

La poética en Alfonsina Storni, como en otras experiencias literarias de mujeres latinoamericanas, es más que un don, es más que la maestría con la que poco a poco se fue liberando de los cánones de la poesía para rescatar su propia interioridad, es un punto de fuga, es una línea que conduce hacia el encuentro del destino. La tragedia de la literatura vivida y sentida se halla en la imposibilidad de encontrar divisiones esquizofrénicas entre el universo literario y el universo de la experiencia, así en Storni se conjuga la literatura como una continuidad de la experiencia del ser mujer en una época compleja. La factura de sus poemas testimonios poema nos lleva a pensar en una escritura bordeada por abismos interiores y misteriosos, capaces de convertirse en las espinas del rosal del alma.

La escritura poética sólo es posible en la línea en la que se suspende la experiencia vital y el encuentro del poeta con una lucidez que solo éste puede encontrar. En Alfonsina Storni las sensaciones cobran vida, las sensaciones se anudan en una rebeldía por afirmarse como un singular movimiento del aire, como un singular sonido del mar, se afirma desde el deseo por distanciarse de la frivolidad femenina, por resignificar los afectos, los mismos que se entrelazan a través de la tinta que se derrama en su corazón.

Alfonsina escribe desgarrada, escribe con esfuerzo, escribe con alas de mariposa, con la boca abierta aspirando grandes bocanadas de vida, porque tiene el presentimiento que poco durará. Escribe en el rincón cada vez más amplio entre las palabras y la experiencia, que se condensa en el movimiento del lápiz con el que escribe, diluyéndose en una gran mancha de tinta transformada poco a poco en posiciones de vida.

Alfonsina escapó, se perdió en la calidez del mar. Intentó hacer un hoyo el cielo, intentó resquebrajar el cristal que las sensaciones que la envolvían, que la acompañaron desde su más temprana juventud, pero sólo pudo irse a dormir, cerrándose ante el mundo como una gota de agua cayendo, arrastrándose por un cristal a través de un infinito recorrido, inmortalizado mediante su propio acto de escribir.

Alfonsina se reclamó como mujer, como sujeto activo del vínculo amoroso, como sujeto determinante de su propia existencia. En Alfonsina encontramos una poesía testimonio, una poesía que devela un alma desbordada, apasionada, tejida con la seda de la naturaleza y regada con el agua del mar. Una poesía que se conecta con el dolor, la vida, el amor y la muerte.

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