7 de enero de 2008

Amigas

- Si, creo que tiene el tipo Phill Collins. Señaló Chloé la amiga de Mónica.

Mónica la miraba. Pensaba que Chloé siempre tenía una forma particular de describir a las personas, así se colaban en sus conversaciones permanentemente frases como "Annie tiene el tipo Lady Di". "Pablo tiene el tipo Ché Guevara". "Recuerdas a Marcos el que tiene el tipo Trotsky? No te entiendo Monic, cómo puedes olvidar a un hombre como Marcos, no sé cómo haces". Parecía que Chloé era incapaz de relacionarse con alguien si de antemano no podía ubicarla en una infinita lista de tipos, que iban desde antiguos personajes históricos, pasando por literatos y políticos, hasta personajes de lo que ella llamaba el mundo de cristal o el mundo de la farándula. Ninguna persona escapaba a sus clasificaciones, particularmente los hombres, sus amantes, sus amigos, sus compañeros de trabajo encontraban en el inmenso album de tipos, como los definía Chloé, un lugar. Incluso había tipos con mayor demanda que otros.

- Chloé ¿qué importancia tiene que sea del tipo Phill Collins?.
- Monic, es importante, creéme. Su rostro es claro, despejado y su cuerpo parece tan liviano que no tendrás que sobrellevar el peso de su existencia, yo sé de estas cosas, tengo intuiciones.
- Creo que exageras Chloé. No puedes hacer tales conjeturas tan sólo porque desde hace una semana, me lo encuentro todos los días a primera hora en el kiosko del periódico y me saluda amablemente. Hoy en día las personas somos amables con el fin de sobrevivir, no hay nada de especial en un cálido saludo, es parte de la contribución diaria a la existencia, es parte de la cuota para sentirnos menos egoístas, menos mezquinos, menos solitarios.
- Así no lograrás nunca – afirmó en forma inquisitiva Chloé – atravesar la línea sutil de lo humano. Siempre tienes una forma de esquivar cualquier gesto acogedor que la gente tiene hacia ti. Huyes, te guardas, te confinas a ti misma.
- Basta, no empieces, ya tengo memorizado tu sermón. Soy como soy Chloé. ¿Es tan difícil reivindicarlo? ¿Es tan incomprensible?. Termina pronto tu café y vámonos. Prefiero, como decía Borges, ser nadie para ser todos los hombres.


Mónica había conocido a Chloé veinte años atrás cuando cursaban ambas sus estudios de secundaria. Su belleza con los años se había acentuado, de aquella niña tímida no quedaba rastro alguno. Chloé se había convertido en una mujer llamativa, demasiado llamativa, a juicio de Mónica. Desde sus 1.80 centímetros de altura se desgajaba cual cascada su larga cabellera negra, contrastando con su piel blanca aterciopelada, sus ojos negros y grandes dibujaban con su mirada una especie de abandono, del que no era del todo consciente su poseedora. Su nariz recta, casi perfecta, armonizaba con sus labios gruesos y definidos, cuyo color natural daban brillo final al cuadro de su rostro. Sus formas eran provocativas, al caminar sus piernas se mostraban firmes y seguras, sus amplias caderas tenían un movimiento dulce, una música cristalina se desprendían de ellas.

Mónica también era bella, pero su belleza era una belleza triste, su belleza se pintaba en su rostro con acuarelas de color pastel. Era mucho más baja que Chloé, caminaba más lento y sus movimientos jamás se advertían como precipitados. Mónica daba la impresión de meditar cada paso con extrema delicadeza, sus manos siempre estaban en los grandes bolsillos de sus abrigos, caminaba con encanto y sus ojos color café parecían siempre extraviados, miraba más allá del punto fijo que miran el resto de los mortales. Su rostro era redondo, tenía unas pequeñas pecas en sus mejillas que le impedían desprenderse de cierto aire infantil, sus labios estaban muy bien delineados y al reír una sensación de calidez rodeaba el ambiente. Se enamoraban de su sonrisa, sólo que sonreía poco, o quizá sonreía lo necesario, o tal vez un poco menos de lo necesario.

Mónica y Chloé se reunían frecuentemente después de las cuatro de la tarde para hablar antes de que el día muriera, era casi un ritual, elogiaban sus respectivos abrigos, botas, bufandas o guantes; se escudriñaban espiritualmente. Mónica salía de la agencia de publicidad en la que trabajaba y se dirigía caminando a un pequeño café, donde su amiga ya la esperaba con un cigarrillo y una revista de farándula. Cuando Mónica llegaba a la mesa, Chloé siempre levantaba su mirada y señalaba la revista afirmando: “Investigo algunos tipos Monic”.

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