1 de enero de 2008

Un día nuevo


No había dormido bien. En los últimos tres meses Vicente no lograba conciliar plenamente el sueño, la necesidad de recordar, el frío intenso que atravesaba sus huesos y la inclemente soledad, eran sus mayores impedimentos; ni la leche tibia que tanto le recomendaba Mónica, en la que se convertía la última llamada de la noche, lograba tener un efecto positivo sobre su estado. Ese día fue diferente, pese a que la noche había sido un fantasma tenebroso, algo había renacido en él al despuntar el alba. Era un día nuevo y tenía plena conciencia de ello. Arrojó las cobijas de su cuerpo, sus pies fueron sensibles al contacto con el suelo, tomó fuerza, avanzó cuatro pasos y abrió las cortinas de la ventana para que la luz pudiera entrar. Si, se dijo, es un día nuevo.

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